lunes, 20 de noviembre de 2017

¿EXISTE EN CADA HOMBRE UN MAESTRO INTERIOR?

Se plantea a través de las tradiciones espirituales verdaderas –aquellas vías, conocimientos y prácticas de larga edad cuyo fin es conducir al hombre a la liberación del sufrimiento-, que el hombre resuena en infinitos acordes de presencia gloriosa, conquistando mundos, estados y visiones divinas, por obra de una emanación primaria. El hombre se abre a la existencia por el capricho divino de saborear diversos frutos en un infinito mercado existencial de seres, formas y estados de conciencia.

Como mercaderes de la Existencia Plena, ofrecemos al Creador, los frutos de nuestros devenires en el tiempo y en el espacio. Todos tendrán sus propias cualidades: unos apetecibles y atractivos, otros, no tan sugestivos, para despertar la compasiva atención Divina. ¿De qué dependerá el que unos sean polos atrayentes de su Santa Presencia y que ante algunos, pase de largo y no se entretenga para saborear sus esencias? Los primeros serán degustados con regocijo espiritual, en tanto que los segundos, estarán destinados a atraer a las predadores, tan pronto las sustancias fermentadoras, los conviertan en objetos putrefactos y mal olientes. El fruto exquisito se obtiene de una siembra realizada con un buen saber y ésta depende de un experto, el cual escoge las mejores semillas, aconseja el sitio adecuado para sembrar y anota la mejor estación para hacerlo. De igual modo, enseña el momento más adecuado para eliminar la maleza, anota el tipo de nutrientes a utilizar así como los días aptos para fortalecer el crecimiento y permitir que los arbustos sean robustos y resistentes al viento y a la lluvia.

El experto labrador ha llegado a serlo por gracia de muchos plantíos, realizados todos ellos a lo largo de varios años. Las mejores siembras, son el resultado de las experiencias de muchos cultivadores, dando cada cual, a sus contemporáneos las fórmulas secretas, los pasos más idóneos; todo lo necesario que permitirá obtener los frutos más resistentes, más jugosos y mayormente apetecibles. El sembrador experto, en el caso de la siembra divina es el Maestro, el Gurú, aquel que ofrece sus secretos y que lo hace sólo cuando se alcanza una cercanía con él, en el momento en que permanentemente se vive bajo su presencia, y cobijado con su fuerza. El labrador padre pasa al hijo su secreto, el hijo ya sembrador, lo hace a toda su descendencia, creando una cadena versada en su propia técnica y que no se interrumpirá en el tiempo. Lo mismo sucede cuando se ingresa en la cadena de un linaje espiritual, con miras a ofrecer los frutos obtenidos mediante el crecimiento personal. El inexperto buscador se hace hijo de un Gurú; es decir, se convierte en su discípulo, el cual, en manos de él, quedará matriculado en las Escuelas que conducen a los hombres a convertirse en los mejores seres humanos, los más santos y los más virtuosos. El neófito, ya en la Maestría, por causa de su experiencia y persistencia, acoge a otro inexperto y le suelta sus secretos haciendo posible el traspaso de su saber de edad en edad.

Todo pintor nace con un talento y éste únicamente es reconocido cuando lo refina mediante el aprendizaje con un Maestro consumado y experto en el manejo de sombras y luces. Difícilmente accederá a la élite de los artistas, si no va recomendado por un experto, por un famoso, por un erudito. Con el aprendizaje, tanto el pintor como el sembrador, se educan en técnicas especiales, en varios procesos que les permitirán realizar su labor más fácilmente, en el menor tiempo y con los mejores resultados. El aprendiz está con su Maestro por un largo periodo y en este tiempo obedece sus directrices, se acoge a sus correcciones y acepta de buen modo, las sugerencias de cómo pulir su propio estilo. Dormita en el educando una fuerza individual que lo llevará a dos cosas: hacerse el mejor pintor, en el estilo que propone su Maestro o salirse de esta vertiente principal para crear una nueva. Ese contacto que hace con su propia impronta, bien sea mejorando el estilo enseñado y propuesto por su mentor o abriendo una nueva forma de utilizar los colores y las sombras, le permite manifestar al mundo su estilo individual, ofrecerla a otros y tal vez llevarle a la Maestría para educar a otros posibles artistas. Extrapolando esto al artista de Dios, el hombre se hace divino por gracia de un Gurú y luego de esto, despliega el poder interno con el que fue bañado cuando fue creado.

El buscador espiritual debe hacerse experto en muchos asuntos: virtud, auto observación, meditación, concentración, discernimiento, desapego, contemplación, adoración y práctica espiritual, entre otros. Todo eso debe ser enseñado por un experto, por aquel que, a través de la Maestría, ha alcanzado la meta final, la iluminación, la liberación del sufrimiento, la realización del Ser y conforma la élite de los liberados, de la Jerarquía Oculta que ha ofrecido al Creador los frutos más delicados, exquisitos y casi perfectos de su creación humana. El Creador acoge con beneplácito aquel que ha ascendido a la Maestría ya que ha superado a la mediocridad de su ego y está dando testimonio de los mejores regalos que Dios ha ofrecido al hombre y es haberse hecho humano, posición altamente codiciada por Angeles y otra criaturas.   

¿En qué se educa el buscador y a quien educa? No educa a la Realidad Ultima, a la Santa presencia que dormita en su seno, pues ella es perfecta por naturaleza, pero duermen un largo sueño por causa del Alma identificada con su existencia. El buscador pule a la consciencia personal llamada ego. El ego es una sombra, una ilusión creada cuando la impronta individual llamado Alma, se identificó con los existentes divinos, a través de los cuales fue puesta a peregrinar en el mundo manifestado. Es decir, el Alma se siente un cuerpo y se apega a él, creyendo que esa es su única verdad; también simpatiza con sus emociones y se ve triste, alegre; fluctuante entre varios sentimientos. De igual modo, el Alma ama sus pensamientos, sus sistemas de creencias y empodera a su mente como la máxima autoridad en asuntos de conocimiento. Por causa del ego, el Alma se identifica con el cuerpo, con sus sensaciones, con sus gustos, con sus hábitos y, difícilmente, sale de ellos. Muere y en los niveles supra conscientes, también busca satisfacer aquello que comía, bebía o gustaba cuando estaba envuelto en la materia física.

La persistencia de la mente humana en los mismos pensamientos convierte al hombre en un ser rutinario, predecible, psicorrigido, siguiendo siempre un curso de acción, repitiendo a diario sus propias tendencias y sosteniendo un gran sentido de personalidad egoica. Palabras como “yo”, “mí” se convierten en su lenguaje diario habitual, en su característica personal: “Yo amo, yo soy, yo pienso, yo tengo”; frases que al ser repetidas una y mil veces, le hacen pensar que es el más experto, el mejor y el más independiente. Debido al ego, el común de los mortales no calla nunca, porque lo que dice los demás, él ya lo sabe y mejor. De igual modo, no se asombra nunca, ni estando en frente de la belleza de la creación, ni ante la sabiduría exhibida por los verdaderos amantes de Dios. En el baúl mental o emocional del hombre común, todo está bajo control, todo está bien atesorado; esa es una mentira que se siente verdadera, se sostiene y, difícilmente, se olvida. El ego le hace pensar siempre en términos de ganancia personal y todo se mueve en torno a él, para obtener por medio del mundo, su seguridad.

Bajo el influjo del ego, solo se educa el hombre para una ganancia propia, buscando tal vez el reconocimiento personal, el aplauso del mundo, el anhelo de enriquecimiento, el deseo de fama y poder, y el afán de saber más que otros. A duras penas relaja su fuerte egoísmo, baja su cabeza y se acoge a la guía de sus maestros escolares y universitarios, porque educarse y aprender, le han representado una gran inversión de dinero, mucho tiempo de dedicación y poco descanso. Los que desean aquietarse y emprender el camino de retorno a su Fuente, es decir, alcanzar un estatus más elevado que el común de los mortales, y luego matricularse en los postgrados conducentes a entrar en el discipulado y la Maestría, deben emprender también un sistema de educación y matricularse con alguien que le indique el camino, que le otorgue el título de Amante de Dios. No puede hacerlo solo, porque dentro de él, en la condición normal en la que se encuentra, no tiene un Maestro Interior que le diga cómo hacerlo y además nunca lo tendrá, porque no existe, esa es una idea absurda pregonada por los falsos maestros, especialmente en Occidente. El que cacarea a grandes voces que él es su propio Maestro, vive en un engañado mayor, que aquel que vive una existencia normal.

Pero, cosa curiosa, en los primeros cursos de aprendizaje espiritual, el ego es fuerte y la obediencia es poca. Si se vive en occidente, lugar en el que se ha perdido el respeto por la tradición, por la experiencia, por los seres que están capacitados y dispuestos a dar su mano al inexperto peregrino que desea ingresar en la Maestría Espiritual, el asunto se complica en demasía y se puede caer en un abismo tenebroso aún pero que la misma vida cotidiana. En este lugar del planeta no solo se sufre de desobediencia sino de ingenuidad. La gran mayoría, pretenden entrar en la carrera espiritual, por sus propios medios y algunos son visitantes asiduos de ofertas, sobretodo virtuales, que le ofrecen este cielo y la otra vida. Se convierten en caminantes con una “espiritualidad light” y toman técnicas de acá, de allá; un poco de cada una de ellas y emprenden una serie de rutinas espirituales sin una guía real; sueñan con hacerse “esoteristas” haciendo muy pocos sacrificios. Por lo común son atraídos por los pseudo maestros o sea personas con gran carisma y liderazgo, que entraron en contacto con un Maestro Real, pero renunciaron a su enseñanzas, se separaron de él y desarrollaron su propio método de aprendizaje y enseñanza sin haber alcanzado elevados estados de consciencia, sin estar cercanos a las altas estaciones espirituales. De tal suerte que el deseoso espiritualista, al igual que su supuesto Guía, se quedan a mitad de camino puesto que: ¿Quién los evalúa? ¿Quién los califica mostrando en realidad sus aprendizajes y ascensos? Las escuelas de estos pseudo esoteristas, porque así suelen llamarse, son como se dice en el argot popular colombiano “universidades de garaje” y funcionan sin licencia ni estándares de calidad; es decir, sus conocimientos no superan los saberes humanos ordinarios y sus técnicas o enseñanzas no están calificadas por el Centro Superior de Enseñanza que es la Jerarquía Oculta. El ingenuo queda entonces a merced del ambicioso. No solo bajo el control de hombres que codician dinero, sino también de los que roban energía sexual, de los que gustan sentirse rodeados de sus amantes seguidores o de los que reciben el aplauso de gentes que se maravillan a veces de algunos pequeños poderes alcanzados, que no son más que prestidigitaciones realizadas por un experto en esos asuntos.

El desobediente tiene un fuerte núcleo egoico y difícilmente acepta que para la iluminación no puede seguir vestido con los asuntos e intereses del ego. El proceso de la liberación es lento y seguro, cuando el buscador se matricula en una verdadera escuela de misterios, que es lo mismo que decir, en una Tradición Espiritual, en una Cadena de Oro. El proceso de la iluminación se complica, se alarga, se retrasa, en el momento en el que el buscador, desconoce o no acepta la guía real de un experto, de otro que ya ha recorrido el camino. Estando bajo la tutela de un Maestro, el neófito en asuntos espirituales es llevado por sendas seguras y sin peligros. La primera enseñanza que recibe se refiere a que recuerde, ya que ha olvidado el verdadero lugar de donde partió y se le enfatiza que su real objetivo es rescatar su condición divina, siguiendo el sendero trazado por las Escrituras Sagradas o sea por el Sanatha Darma. No puede despertar sólo, porque debe superar, sobretodo el orgullo intelectual y la errónea creencia de que él, es independiente y auto suficiente. Se le muestra que su vida es una ilusión y para salir de esa mentira vital, debe conocer muy bien a quien la creo y la sostiene; en pocas palabras, debe aprender a mirar con profundidad a su ego. No se trata de potenciarlo, sino de volverse un experto para controlarlo y utilizarlo como una herramienta al servicio del Alma, de su núcleo divino individual. Y para ello hay que bajarle su intensidad, observándolo diariamente mediante técnicas dadas por alguien que ya logró el control de sus fuerzas egocéntricas. 

Surge una interesante inquietud: ¿Desde dónde se observa? Desde el ego mismo y veamos porqué. El ego es una máquina que funciona con diferentes partes y cada una de ellas cumple su función de manera perfecta. Las partes del ego se conocen como roles y cada una de ellas utiliza toda una serie de posturas personales que alimentan su existencia y sostienen su lugar en el engranaje psicológico del hombre. La energía emocional es la fuente de donde se da vida y existencia al ego. Desde la infancia se construye al ego y todo comienza con un sentido de supervivencia y protección, que se despierta debido al medio ambiente circundante. Se aprende, por ejemplo, a ser fuerte en hábitats agresivos y se crea un personaje ficticio que se etiqueta como el valiente. Se da origen a un papel ambicioso cuando se vive en familias exigentes y sociedades muy competitivas. Un personaje manipulador surge cuando se crece en un hogar misterioso y poco sincero. Y así, sucesivamente, se forman, a lo largo de la existencia, todos esos anexos que complementan los programas del ego, siendo éstos no más que envoltorios ficticios cuya función es crear barreras protectoras para aguantar la estampida de un medio externo circundante muy agresivo. El ego es la plataforma sobre la que se asientan los diferentes programas que le permiten prolongarse a lo largo de toda la vida. El ego es el hardware, el soporte de todo el sistema informativo y los roles o papeles son el software a sea las diferentes aplicaciones que lo hacen funcionar y que se van anexando en la medida en que las circunstancias o necesidades lo ameritan. A mayor edad más aplicaciones se han establecido; a mayor necesidad más engalanamiento con diferentes roles. ¿Y cómo se limpia todo esto?

El trasfondo del asunto es que el aspirante espiritual averigüe los diferentes papeles que conforman su ego, y para ello, el experto, el Maestro, el Guía Real, le va dando las clases y las claves para que eso sea posible. Le enseña a construir otro programa, que para el caso espiritual, es llamado el “Yo Observante”. Así que, no es el mismo ego el que observa, porque de ser así, se cae nuevamente en el círculo vicioso de justificación, condenación, culpa, miedo, ira, celos y demás. El “Yo Observante” es como un detective entrenado y para hacerse a este título no basta con solo leer un libro, seguir una información encontrada en la red ni mucho menos acatar algo sugerido por un amigo. La creación del Yo Observante, requiere un aprendizaje con un experto, el mismo camino seguido por un buen sembrador o un reconocido pintor. 

En este proceso del despertar, del darse cuenta de que se vive en un mundo irreal, no se habla de la existencia de un Maestro Interior, no es así. En el trabajo de la auto observación, por ejemplo, simplemente, se sigue la misma vía de acción de cómo fue construido el ego y se toma energía emocional para dar vida al detective, a aquel que va a dirigir su mirada a la condición interna, para tomar los apuntes, para guardar las imágenes, para grabar las palabras y todas las emociones o sentimientos que acompañan la puesta en marcha de los diferentes programas del ego. La ventaja de ser guiado por un Maestro exterior, es que él, mediante los reportes recibidos -tal como un universitario presenta sus exámenes- va aplaudiendo los aciertos, va mostrando los avances y va advirtiendo de los retrocesos o de los peligros. Estos últimos son de una gran importancia con el fin de evitar que el “Yo Observante” entre en la trama del ego, lo alimente, lo consolide y cambie el rumbo de la tarea. El Maestro Guía enseña a su neófito la manera más correcta para permitirle al Yo Observante que permanezca aislado y vaya fortaleciéndose en mecanismos de protección, no sólo que lo dejen separado de la culpa, la auto justificación, la ira, la vergüenza, el miedo, la tristeza y la sensación de ser una pobre víctima a merced del mundo sino que le vayan dando poder y asuma, finalmente, la existencia mental; es decir que reemplace a los pensamientos y solo él viva en la existencia mental, limpiando la mente de todo otro pensamiento egoico. El Yo Observante será el último programa añadido con paciencia y persistencia, siendo el que finalmente dejara nuestra mente libre de todos los anexos.

Alguien que decida emprender el proceso de auto observación solo, contaría con las mismas estructuras del ego, con sus mismas mañas y caería en un pozo profundo de orgullo intelectual. Diría en sus observaciones: “Yo observé”, “Yo vi”; es decir, la misma jerga utilizada por el ego y ahí no se estaría haciendo nada diferente a lo acostumbrado. Y, ¿A quién le daría su reporte?, ¿A quién le entregaría sus observaciones? ¿Quién lo calificaría, si aún dormita en él, la fuerza de la divinidad? Engaños y más ilusión serían su regalo. En la Vedanta Advaita se enseña que la observación implica un proceso de percepción intuitiva y que eso solo puede hacerse desarrollando un tipo de apreciación diferente a la de los sentidos. Los sentidos son los mejores instrumentos del ego, pero ya sabemos que limitan en demasía la observación y conducen a emitir conclusiones muy parciales de todo lo que se percibe, tanto del mundo interior como del mundo exterior. La percepción en la que no median los sentidos, solo se alcanza mediante la meditación y tener éxito en ella implica una regularidad de mínimo 10 años, en dos secciones, una en la mañana y otra en la noche, y que éstas tarden más de media hora. En el caso del “Yo Observante” construido bajo la supervisión de un Maestro Espiritual, el trabajo se acorta y el éxito dependerá de la regularidad, la constancia y la disposición del aprendiz.

De acuerdo con todo lo anterior, el Maestro Interior no es una fuerza que dormita en cada hombre. Lo que se oculta en él y que permanece en este estado latente, en tanto no se despierte del sueño de irrealidad, es el Ser Interior. El Maestro Interior es otro concepto que vale la pena escudriñar bajo otra perspectiva. En el sendero del discipulado existen dos clases de contactos: uno horizontal y otro vertical. El horizontal se refiere al encuentro con un Maestro vivo que forma parte de un linaje, de una tradición espiritual. La tradición espiritual es una cadena ininterrumpida de iluminados que alcanzaron este estado, haciéndose discípulos de un Gurú y luego lograron la Maestría, es decir una condición que les capacitó para enseñar y tener luego sus propios discípulos. Es una cadena conformada por lo tanto de Maestro-Discípulo que se remonta a tiempos muy antiguos. Existen muchas tradiciones y ellas se encuentran en todas las religiones verdaderas, representando el sendero oculto, el camino seguido por los que desean liberarse en un tiempo menor que el utilizado por el común de los hombres. El acercamiento vertical es con un Maestro no vivo, que no hace presencia en este mundo material y se contacta con él desde los planos internos, hablándose acá entonces de un Maestro Interno. No porque el discípulo contacte consigo mismo y crea que lo ha hecho con esa presencia majestuosa y erudita que cree que es su educador, sino en el sentido en que contacta con su Guía, mediante un sistema no basado en los sentidos, sino a través de la percepción de planos que superan la percepción común. 

En conclusión, el Maestro le dice a su aprendiz, que utilice algunas buenas cualidades del ego para lograr un buen resultado, un fruto que evidencie un cambio real en su vida. De igual modo, le explica el terreno sobre el cual debe comenzar a observarse, para que no se pierda en la compleja estructura de su ego, tal como lo hace el sembrador con el lugar más adecuado. Igualmente, le habla de cómo ganar energía para que no claudique en el proceso. Así, poco a poco, y con los nutrientes aportados por el amor del Maestro, el neófito, desarrolla una postura detectivesca que va puliéndose a lo largo del proceso y la cual le va capacitando para eliminar las malezas que van creciendo en su espacio personal y que obstaculizan la buena observación. Finalmente, el Yo Observante, se va separando del engranaje del ego, va identificado todos los roles y sus miles de máscaras y va permitiendo que aflore el Ser Real, el fruto apetecible y libre de alimañas. Llegado un momento especial, cuando ya la estructura se conoce a cabalidad, cuando el neófito se hace consciente de que ella tan solo ha traído complicaciones o sufrimientos y la ve lejana al Yo Observante, el Maestro da la estocada final y destruye el ego de su educando. El ego no muere por la fuerza del neófito, sino por la gracia del Maestro, quien se asegura que mediante su poder, la ilusión nunca más será reanimada en su discípulo. Entonces, sin ego, el discípulo, ofrece al mundo su fruto más preciado: Su Ser Real, su Alma impoluta que ya más nunca se identificará con lo creado. Y ese aspirante será mirado con beneplácito por el Creador y entrará a formar parte de sus amigos más cercanos o Awliyas como se llaman en la terminología sufí. 






martes, 31 de enero de 2017

ETAPAS EN EL CAMINO DEL DESPERTAR
Mi particular visión de dos etapas recorridas  
         Parte 1


  
El camino que se me ofreció para mi despertar puede ser el sendero hacia tu despertar. Se me abrió un portal para la liberación, el cual me conducirá por un sendero, cuyo final es la iluminación. La iluminación puedo alcanzarla desde este mundo de la dualidad, viviendo en este cuerpo y bajo esta presente personalidad. Si no traspaso la puerta ahora, deberé esperar otra oportunidad que me sea favorable, quizá acogerme a ese derecho nuevamente en otro tiempo y lugar, por otra manifestación de la Gracia Divina; entre tanto, tal vez, deba repetir la estancia en este mundo, bajo otro u otros cuerpos, tal como el colegial que repite algunos años malogrados en su camino estudiantil para alcanzar el título de bachiller. Me he ganado el derecho de traspasar el portal porque en ese viaje hacia la liberación he recorrido algunas etapas preparatorias, septenarias ellas, como está organizada la creación, en la cual Dios se desenvuelve en siete planos o mundos, según enseñan las tradiciones verdaderas.

Cumplidos mis 22 años surgió, por contacto con mi esposo Alipur Karim, el interés por los temas espirituales, entendiéndose éste, no como la búsqueda espiritista, sino aquella que me diera respuesta a los misterios de mi existencia humana, siendo considerada oculta, esotérica, no disponible para las masas, sino apta para los preparados a recibirla. Viví entonces mi ETAPA DE ESTUDIANTE, el primer escalón en este sendero que se me mostró y que, básicamente, es estudio profundo y sostenido de temas espirituales. Por medio de la investigación se abrió para mí una visión del mundo, diferente a lo que había recibido de mis padres y educadores. Acepté fácilmente la enseñanza oculta, sin resistirme a los libros escrutados, tanto, que en poco tiempo, empecé a enseñar, lo cual me llevó a profundizar aún más, a entender correctamente, pero también a tratar de vivenciar los postulados que iba aprendiendo y destinarlos en miras a ser una mejor persona, más comprensiva, más amorosa, y menos intranquila y racional. Ese enfoque en alcanzar otras virtudes se precipitó como consecuencia de algunas experiencias fuertes vividas por causa del fanatismo o del orgullo intelectual, posturas generadas, no sólo por parte de algunos de mis colegas buscadores, sino también en mi propia persona. Me di cuenta que queriendo ser diferente, en nada distaba de otro tipo de investigadores, fueran ellos científicos, religiosos o psicológicos. Esperé varios años para descubrir el método adecuado que me permitiera desarrollar una estructura más acorde y consecuente con lo espiritual.      

En los primeros años de Estudiante, sobre Linajes y Maestros, muy poco fue encontrado; como buena exponente del esoterismo occidental, tenía la fuerte convicción de que sola, podía escalar los niveles hacía la liberación. Hasta hace poco, no menos de seis años, cuando me abrí a la tradición oriental, escuche a un Iluminado decir: “Cuando no se tiene un guía espiritual o un Maestro, el ego es el maestro”. Finalmente entendí la causa por la cual en esta parte del planeta, algunos llamados esoteristas, deambulan de enseñanza en enseñanza, ora rosacruces, ora teosóficos, luego…, repitiendo pseudo verdades ocultas de supuestos espiritualistas, de los cuales hay muchos en Occidente, siendo algunos muy buenos escritores, excelentes intelectuales y quienes por lo común, alardean de algunas pequeñas comprensiones de las postulados esotéricos. Por eso en esta etapa del sendero, a no ser que el aspirante ya tenga contacto con un Linaje Real, se debe tener mucho cuidado porque lo que está disponible puede conducirlo a ciertos peligros.

Uno de las mayores peligros en las primeras etapas de búsqueda es el fanatismo. Los adeptos pertenecientes a ciertos grupos espirituales, sin contacto con un exponente de la Fuente Divina, se toman la vocería de la enseñanza y deambulan de encuentro en encuentro, de taller en taller o de ritual en ritual, ofreciéndolos al mundo porque creen ser los únicos enviados para despertar a las masas dormidas, las cuales están enfocadas sólo en el juego del placer sensorial. El conocimiento, sin una vida acorde con el sentimiento, es la causa del orgullo intelectual, estado supremamente difícil de eliminar cuando se asoma la enseñanza verdadera y se le muestra al buscador, que el camino de la mente debe ir acompasado con el camino del corazón. Muchas lágrimas, pataletas, renuncias, atrasos e insatisfacciones vivirá este tipo de aspirante porque su ego, no dejará el control alcanzado y no le permitirá desarrollar la obediencia a los consejos y los requerimientos del Camino Real, del Maestro verdadero, del Iluminado Compasivo, si se diera el caso que la Misericordia de Dios se derrame sobre él para despertarlo a su Esencia Divina. Así mismo en esta etapa puede faltarle al estudiante perseverancia en la investigación y profundidad en lo que escudriña, convirtiéndose entonces en exponente de un esoterismo light, dominando a medias los postulados espirituales. Será muy vulnerable a los cacareos e invitaciones rimbombantes de pseudo exotéricos que aparecen periódicamente, quienes están motivados únicamente por un lucro personal, más de sus corazón no sale el amor que unifica, que sostiene, que aconseja sabiamente.

En esta etapa se aprende a diferenciar entre espiritualidad y superación personal. No es lo mismo un autor que enseñe sobre desarrollo personal y uno que se especialice sobre crecimiento espiritual. Al primer grupo pertenecen escritores como Antony de Mello, Echkart Tolle, Richard Bach, Paulo Coelho, Ramiro Calle, entre otros y sólo ayudan a ser positivos, emprendedores, entusiastas, valientes, seguros, etcétera. No quiere decir esto, que no se puedan leer y quizás sea bueno hacerlo, sobre todo cuando se transita la siguiente etapa, en donde el aspirante entra en conflicto al descubrir que sólo él, es su enemigo y que debe luchar contra su propio ego, siendo esta sombra lo único que le impide ver a Dios; es decir alcanzar la meta de la libertad. Las frases positivas, entusiastas, que fortalecen el valor o la seguridad, tal vez sólo eleven el ánimo en momentos de cambios o decisiones importantes, pero son empujes personales pasajeros, para lograr éxito en algunas metas para la personalidad. El camino espiritual, en cambio, refuerza exclusivamente metas para la eternidad, para el retorno a Dios, para el regreso a casa; enfatiza su importancia en acabar con el samsara, con los deseos que nos mueven a volver a encarnar a este mundo, en este nivel de sufrimiento y penas.      

Los escritos esotéricos, en cambio, por lo general son, o de un Maestro o de un discípulo de un Maestro, se caracterizan por mostrar algunas claves conducentes a descubrir al ego, a ser conscientes de todas las falsas imágenes personales que deben morir para dar paso al Ser Real, la fuente divina que habita en cada hombre y que lo conducirá a otros niveles de consciencia, a mundos de luz, a planetas de grandes realizaciones. Así, los testamentos de los seres que alcanzaron la liberación, dan luces reales sobre cómo rescatar el contacto perdido de Dios y también informan sobre la organización de los patrones arquetípicos que dan lugar a la manifestación, sobre el plan establecido por el Creador para este universo específico, sobre la Jerarquía Oculta y otras fuerzas misteriosas, colaboradoras del Supremo en el establecimiento de su intento divino, por conducir a muchos hombres al despertar del sueño en el que se encuentran sumergidos.

Ofrezco a todos los lectores las enseñanzas de los siguientes escritores, que más que eso, han sido Iluminados y forman parte de las Cadenas de Oro, siendo éstas al fin y al cabo, los portales que se abren a los sinceros buscadores del sendero de la espiritualidad para que por fin encuentren su Alma, nublada por edades por las fuerzas egoicas. No dejen de leer los escritos de Paramahansa Yogananda, Ramana Maharshi, Nisargadata, Jiddu Krishnamurti, Vivekananda, Shimon Halevi, Baal Shen Tow, Isaac Luria, Rumi, Ibn Arabi, Mawlana Sheikh Nazim, Sheikh Burhanuddin, Swami Shankara, Sesha, Marshall Govindan, entre muchos otros. Escudriñen los postulados del budismo Hinayana, luego las enseñanzas del budismo Mahayana y no olviden leer sobre los Siddhas del Sur de la India o sobre los principios de los Maestros del Shivaismo Advaita como Vasugupta o Abhinavagupta, o sobre la cosmovisión de Ram Das y todo su linaje Sinks. En este mismo blog encuentran información sobre Linajes y Maestros, siendo ellos, seres contactados con la fuente del conocimiento real y que no ponen en peligro al buscador paciente y perseverante. Recomiendo averiguar siempre, si el autor de cualquier libro sobre esoterismo, pertenece a una sucesión Maestro-Discípulo, porque así se augura un transito seguro y no se estará en peligro de caer en las redes de oportunistas, embaucadores y falsos maestros.
   
Fascina descubrir mediante las enseñanzas de los Maestros, dadas al público en forma oral o escrita, cómo es la naturaleza real de Dios y su relación con el hombre o el resto del mundo. Es muy gratificante, mediante el estudio de la Kabbalah, por ejemplo, saber dónde estamos en la escala evolutiva y cómo, mediante el tránsito por el camino del justo (Tzadik), podemos pasar por los estados propios de David hasta llegar a ser como Moisés y alcanzar una mayor cercanía de Dios (Ain Sof). Y qué bello es aprender a cantarle a la divinidad mediante las palabras de poder: mantras o dikhr –recuerdo de Dios-, que se practican en el Hinduismo, el Shivaismo, el Vainaismo, el Sikismo o el Islamismo, y  recibir una inyección de luz que no se percibe con los cantos hechos utilizando lenguajes no sagrados. Mas no deja de ser maravilloso, escudriñar en la cosmología india y saber cuánto durará este universo, el cual palpita desde la aurora del big bag y más allá, desde el momento en que Brahmán o el Absoluto, exhalo el aliento de vida. De la Vedanta Advaita –parte oculta del Hinduismo- y también del sufismo –parte oculta del islam-, es sorprendente comenzar a palpar la sombra que se yergue del ego, siendo éste el personaje ficticio que impide la relación directa con Dios, porque se encuentra sumergido en el sueño de maya o ilusión cósmica individual.

Oh!! pláticas de Ramana Maharshi, de Nisargadata o de Krishnamurti, invitándonos a auto observarnos, a dejar el condicionamiento y los prejuicios mentales, siendo ellos tan sólo actores pasajeros en el plan de la creación. De igual modo con Shankara y todo el linaje  de la Vedanta Advaita, comprendemos nuestros niveles de consciencia y la razón por la cual, al estado de vigilia, se le considera, desde lo oculto, el más profundo de los sueños, siendo éste el causante de que el hombre se sienta separado de su creador: Dios afuera, inalcanzable y muy, pero muy distante. Y qué decir de la fe inquebrantable de cabalistas y sufís, que nos invitan a rendirnos a quien es la causa de nuestra existencia. Del Yoga recibimos toda una serie de enseñanzas conducente a deshacer nuestros nudos energéticos, permitiendo a la Shakti, a la Divina Madre Universal, salir de su nicho en la base de la columna vertebral y alumbrar un nuevo ser, cuando se una con Shiva, quien dormita esperándola en la corona de la cabeza del ser. Y la paz que va surgiendo con la meditación no tiene símil con ningún placer de los sentidos, pues éstos sólo atienden el impulso del ego, en tanto que la meditación, permite el contacto supremo, por cuanto se va dejando el cacareo de la mente atrás. 

Se llena al Alma de regocijo con el Satsang que Alipur Karim que nos da cada veinte días y en el cual vemos surgir la sabiduría del hombre que atiende la guía de su Maestro y también de quien  alumbra el Sí Mismo, por años de entrenamiento, dedicación y observación. Del taoísmo aprendemos a no interferir con la vía, con el Tao, con el fluir de la vida misma, de la Esencia Universal, tal como la ola que lleva las aguas a su encuentro final con la madre tierra. Estudien, cambien las estructuras de la mente, aspiren a descubrir facetas divinas inexploradas por el común de los mortales y háganlo bajo la sorprendente sabiduría de profetas, santos, mensajeros e iluminados, enviados al mundo para calmar la sed de los buscadores sinceros, para saciar el anhelo por comprender el por qué estamos en el mundo de la multiplicidad y cómo salir de él.       

La etapa de estudiante da lugar a la de probacionista. Mas el aspirante continúa con estudio profundo y sostenido, hasta tanto desarrolle la percepción intuitiva, propia de una mente que está en silencio, libre de condicionamientos, fanatismos y prejuicios. Con el estudio profundo se construye una estructura mental fuerte, sobre la cual se precipitará la sabiduría en el momento adecuado y propicio, cuando haya  podido concebir por fin su tan anhelado sueño de comprender a cabalidad el plan divino y su papel en él. Pero esto acontece sólo mediante la conjunción de dos fuerzas: la de la mente y la del corazón. La mente, para convertirse en la estructura de la sabiduría, debe ser purificada y eso se logra mediante el estudio profundo, la práctica del discernimiento y la meditación. El corazón, la otra base que conduce a la cumbre de la espiritualidad, a despertar al santo que se lleva dentro, se limpia mediante el desapego y la eliminación del deseo, que busca sólo la complacencia de los sentidos. La búsqueda mental sin el amparo de la limpieza del corazón, da paso al fanático, al irreverente, al que se queda contento con verdades a medias y basa su avance sólo en el conocimiento, sin aplicar en su vida diaria los principios fundamentales para acceder a la Fuente Primigenia, a la Raíz de la Existencia. La mente sin la ayuda del corazón, recrea un universo en el que se desoye el llamado del Maestro, del guía que le abrirá a una nueva dimensión y se queda viviendo en un ego rebelde, altanero y desobediente, estado muy típico de la mentalidad occidental. Por otro lado, el corazón sin el amparo de la mente, convierte al hombre en un luchador por una causa que desconoce, el cual deambula por el mundo interfiriendo con el esquema universal, enmascarado esto por una mala entendida compasión, creyendo que a Dios le quedo grande el mundo. Va a donde no lo llaman, actúa en donde no debe hacerlo, habla de más y se sumerge en un mundo en que se siente abanderado y héroe, salvando a los demás. 

La lectura y el estudio de los postulados esotéricos le deja al estudiante una claridad de lo que es él: un compuesto tanto de fuerzas humanas como de energías divinas; viviendo en él, Adam Kadmon, el santo, el divino, el hijo de Dios y también el hijo del hombre, el común de los mortales, el empoderado en la yoidad. Las tendencias humanas han derivado en algo llamado ego, siendo éste un conjunto de prejuicios, hábitos, costumbres, ideas preconcebidas, distorsiones de la realidad, divisiones internas, antagonismos propios, ignorancia sobre la meta real de la existencia, heroísmos absurdos y la creación de máscaras para agradar o buscar el reconocimiento de otros hombres. En un momento dado, el senderista, comprende que su postura humana también es un costal de temores ocultos, miedos conscientes, inseguridades, fanatismos, pretensiones egoicas, separatismos, exclusividades, grandes apegos, vulnerabilidades, falta de fe, rebeldía a lo que sucede, sospechas, quejas, indecisiones y muchos más. Por otro lado, también en su interior, sabe que está el Ser Real, lo de Dios en este mundo y que se expresa a través de él, lleno de todas esas bondades, propias de santos, locos y diferentes, y esto pude que le parezca una realidad un tanto tonta y poco creíble. Deambula en su mente la idea de que debe acercarse ahora a lo divino, descuidado por edades, pero este proceso le amedranta, le ocasiona miedo, inseguridad, cobardía, ya que debe abandonar asuntos de la yoidad, que le dan su característica propia y original. Y ahí fue Troya, le llega el Gran Conflicto, con gran miedo a perder su confort, sus asuntos personales, sus complacencias, encontrándose entonces en la segunda etapa del Sendero que se llama  PROBACIONISMO.

Sabe que debe depurar muchas cosas en su vida, limpiarse de posturas malsanas, eliminar vanidades, lujurias, gula excesiva, ira, pereza e impaciencia y abandonar la peor de las ignorancias humanas: creer que su ego es el centro de todo, que habita en una hermosa zona de confort creada por el mismo, que nadie, absolutamente nadie, debe invadirla, con la absurda idea de que ese núcleo personal de poder es vitalicio, intocable y lo sabe absolutamente todo. En una primera instancia, se le invita a que se observe sin juzgarse, a que enfoque su interés en su ego y es difícil hacerlo, porque no está acostumbrado a eso, pues a causa de la ignorancia, de la ilusión separatista, su mirada siempre ha estado enfocada hacia afuera, en las circunstancias, en las demás personas, hacia el clima, el gobierno de turno, la moda, los avances tecnológicos y miles de cosas más. 

Se le dice que su estado actual es de una gran ignorancia, aunque esté lleno de títulos, maestrías, doctorados y esto es quizá, una de las verdades más difícil de asimilar. Afirma muchas veces: “¿Un ignorante yo, que pertenezco a una gran familia y soy egresado de la mejor universidad de mi país? Yo, lejos de Dios? ¿Cristiano de nacimiento y muy puntual cada ocho días en la misa dominical ¿Yo egocéntrico? ¿Yo qué ayudo en la comunidad donde vivo, mantengo a mis tíos, ahijados y ofrezco siempre consejo a los demás? Yo? Yo? Yo?” Se le explica que todo lo que le acontece, él mismo lo ha convocado, él mismo ha sido el artífice de sus triunfos y derrotas. Todo ello porque Dios le otorgó libre albedrío y aquí, quizá se revuelve más su ego, sobre todo si nunca ha aceptado su vida, su trabajo, su familia, su país, su entendimiento, su fealdad o su ira o cree que es un fracaso, en un mundo que le exige resultados a sus acciones y en momentos precisos: compañero de matrimonio rico y fiel, título universitario a los 25, viajes a los 30, la gerencia de la empresa a los 40 e hijos totalmente triunfadores…

Y ante la verdad pregonada de que existe un sólo Dios, el Absoluto, el Uno sin Segundo, la Causa Primera, diversificado en todas las religiones y presente en cualquier hombre, puede entrar en shock, Afirmando con plena seguridad: “¿El asesino tiene a Dios adentro? Cómo es esto posible? ¿Ese gobernante corrupto, también camina con el Creador? ¿Cómo es que los yihadistas islámicos son terroristas y pertenecen a la religión que pregona la sumisión a Dios? Noo, si mi creencia es la mejor, la que me conducirá sin peligros a él.” Y así sucede con toda declaración, hábito, costumbre o sistema de pensamiento. Cuando descubre que sí se sincroniza con la voluntad de Dios, dejará la resistencia, la queja, el echarle la culpa a los demás, la impaciencia, el enojo, tal vez la acoja en su vida. Más cuando un deseo, un anhelo antiguo no se le cumple, entonces olvida eso y recae nuevamente en la postura egoica. Debe observar todo esto, analizar sus tendencias entre lo real y lo efímero, ver cómo se mueve para agradar a otros, permitiéndole entender aquello que Krishnamurti pregonó de que no se debe actuar esperando el fruto de las acciones, sino únicamente para complacer a Dios.

En su proceso de probarse a sí mismo, hoy acciona seguro de Dios, mañana se posa en un ateísmo aplastante; siente plena seguridad y luego se mueva hacia una fuerte baja autoestima. Confía en la enseñanza cuando todo le sale bien, pero duda de ella en el momento en que se le muere un ser querido, que pierde su empleo, que enferma su mascota… Una veleta bailando entre los asuntos antagónicos del ego y con muy pocos momentos accediendo a los terrenos del Ser Real. Esto es francamente, desgastante, conflictivo, traumatizante y tal vez lo lleve a decir: “Mírate, eras más feliz antes, sin toda esa búsqueda esotérica, vuelve, vuelve al pasado, porque en él ya tenías tus estrategias, tus artimañas las cuales te preparaban para sortear sucesos, imprevistos, fracasos. Vuelve… porque en el pasado están los otros, aquellos que te entienden, te complacen, te dan aceptación, te abrazan, te dan crédito. ¿Cómo vas a perder tu zona de confort? ¿Cómo vas a olvidar tus logros y no pedir tus retribuciones? ¿Cómo vas a desapegarte de todo lo que has logrado? Ahh!! y fuera de eso, ya ni me nombras, porque reemplazas mi bello nombre “yo” por Jaime o Pepa”. Absorbentes las estrategias del ego, grilletes fuertes que atrapan, esclavizan e impiden traspasar el portal. De igual manera saltan aquellos que comparten con él su espacio habitual, reclamándole siempre lo mismo, esperando de él apoyo incondicional o la sumisión total. O viviendo en un medio circundante, acostumbrado a que él le llene sus vacíos afectivos, le cumpla algunas de sus responsabilidades, cuando le ven dispuesto a soltar sus amarres. 

La etapa del probacionismo puede convertirse en un tormento, sobre todo si no recibe la ayuda y el auxilio de uno que ya la sobrepasó, de un Iluminado, un Maestro, un Guía, un Gurú. Pero aquí la mente del sabiondo ego expresa: “Uyyy, no creo en esos Maestros, en esos enviados de Dios” Y es reiterativo es decir: “Yooo, entregarle mi vida a ese desconocido? Imposible, no va conmigo, no acepto el llamado”. Un choque bastante fuerte es cuando el caminante empieza a evaluar cómo está su imperturbabilidad ante cualquier suceso que acontece en el mundo. Con esta cualidad de su lado va forjando un ser humilde, sumiso a la voluntad del Creador, quien es el dueño absoluto de hombres, Angeles y demás seres manifestados. No obstante, se resiste el yo a respetar la voluntad de Dios, a ser imperturbable ante sus propósito. El caminante siente tristeza cuando se hace conscientes de que todo en este mundo es efímero y pasajero. Quizá  le escuche a su ego decir: “A mi familia, nada le pasará, eso es para la secretaria, a  mí no”. Pero como la muerte es inevitable, el ego salta, llora, reclama y le parece injusto, cuando ella toca su portal; aquí otro punto para el ego y nada para el Ser Real. De igual manera, se deprime  si observa la muerte de muchos niños desprotegidos o cuando ve su incapacidad para detener a alguna empresa contaminante y que daña el medio ambiente. Entra en depresión cuando se involucra en una campaña para derrocar al sistema de salud, porque según él, causa la muerte de miles de personas. Se frustra mucho cuando no puede solucionar nada, absolutamente nada fuera de su orbita personal, si es que acaso ella está libre de ataduras. Eso se debe a que el ego cree que es el centro del mundo, con derecho a opinar sobre qué hacer y qué no hacer, cómo dar soluciones o como precipitar cambios favorables. El aspirante, por eso, deja de resistirse y no se entromete más en asuntos de política, de economía, de salud publica, de religión, solo calla y observa. Lentamente, va comprendiendo, que el control, no lo ha tenido, no lo tiene y nunca lo tendrá, que es solo una ficha del mundo y no su salvador absoluto. Entonces deja de interferir en todo y sobre todos y comienza a aceptar, porque va entendiendo que ese algo superior, tiene un objetivo específico para cada acontecimiento, suceso, pérdida o poder temporal. Ya no se le escuchan estas frecuentes frases: “Amiga, eso no se hace así, debes procurar que se haga de este modo, pues a mi me ha dado resultado” O esta otra muy común: “Oye hijo, estudia en tal Universidad, es la mejor y la que más te conviene”. O ante la pareja, esta exigente afirmación. “No me puedes dejar, si lo haces me tirare a un abismo” Comprende que nada está moviéndose a su propia suerte, y que detrás de cada hoja que cae, está la palpitante y viva energía del Creador; y por mucho que se rebele, las cosas se salen del control de su yoidad. 

El Probacionista necesita ser valiente y osado para desafiar a su ego y al sistema en el que él se desenvuelve diariamente. Puede que caiga muchas veces, pero si su impulso a la libertad es elevado, se levanta y lo sigue haciendo a pesar del desaliento. Tal vez llore mucho, más se va calmando lentamente. Observa su ego y se asombra; en un principio, lo justifica. Afirma frases contundentes de este modo: ¿Cómo no voy a presentar esta faceta impaciente, si mi padre era supremamente iracundo y no daba espera a nada? Tal vez ese desgano que llevo a cuestas, le deba a esa experiencia traumática y demasiado fuerte que viví en la infancia. No puedo amar mi actual trabajo ya que tengo un jefe, altanero, dominante y controlador. No puede abandonar a mi compañero sentimental, porque entonces de qué viviré?” En un principio muchas defensas se utilizan para afianzar la postura del ego. Luego, el asunto va cambiando, en la medida en que soluciona, se tranquiliza, se pone en su lugar; entonces se le escucha decir: “Ok, me lo tomaré con calma y dejaré de buscar la causa externa de mi pesar, del infortunio que me ronda, del poco amor a otros, de los miedos, las angustias y las ansiedades. Sé que soy la causa de muchas experiencias y trataré de ver porqué llegan a mí, de descubrir qué verdad ocultan, qué me desean mostrar. Sé que es Dios, en su infinita misericordia, quien me las pone al frente, solo con la intención de poder madurar, transformar, evaluar, afianzar, cambiar, soltar y acepta“. Luego calla logrando que, poco a poco, los triunfos sean para el Ser Real y menos para el ego; así las sombras de la yoidad van disolviéndose, tal como los rayos del Sol terminan con las sombras de la noche.  

La resistencia a descubrirse va claudicando y comienza a mirarse de una manera diferente, tratando de descubrir el motor real de sus acciones, para hacerse a un mecanismo de defensa, que no lo deje vulnerable. Si pelea con el vecino por causa de la política y trata de llevarlo siempre a su bando, a su excelente escogencia, entonces escucha y calla. Tampoco sigue asumiendo las responsabilidades de su hermana, ni las de sus hijos mayorcitos, y va soltando sus necesidades de servicio egoico. Poco le importa que la gente le siga diciendo: “Oh eres tan generoso, tan afable, tan complaciente”, porque ya no busca actuar para ser aceptado y aplaudido por los demás. Agradece toda invitación a reuniones sociales y ya no dice: “Mire tanta pompa y tan poca comida que dieron!” Amanece y ya no pelea con el clima, ni se resiente porque no puede usar su atuendo escogido la noche anterior. Evita ser manipulado por los demás y es capaz de decir: “Decide tú, ayuda tú, ya no me pregunten más”. Pone freno a sus relaciones condicionadas e interesadas, expresando su inconformismo y da un plazo, para que se solucionen los conflictos, porque ya está bueno de años de maltratos y afrentas. Da solución a todos los asuntos pendientes: la deuda económica embolatada por más de tres años, el perdón hacia la ofensa de hace 15 años, la mentira escondida, la infidelidad hacia su pareja, la deslealtad con su mejor amigo, la envidia a su primo, la dependencia de otros y el resentimiento. Va comprendiendo que lo pequeño da espacio a lo grande: el mejor servidor lo es, porque se ha amado a sí mismo, se ha limpiado de sus egoísmos, dándose libremente y sin condiciones. Un buen consejero lo hace sólo cuando le preguntan y un excelente místico, agradece en silencio a Dios.

Poco a poco va practicando el discernimiento y decide aquello que le traerá más provecho a su Ser Real y menos fortaleza a su ego. Entonces es capaz de decir: “Hoy dejare más espacio para mi reflexión personal y no hablaré con la vecina del infiel de su marido. Leeré más la vida de algún santo o profeta, que las novelas turbias y violentas del escritor de moda. Atenderé el consejo de mi amigo, el discípulo, que me invita a meditar más y a dormir menos. Dejaré de hablar o de reír con voz fuerte y grave, en un intento por llamar la atención de los demás. Solo hablaré cuando me lo pregunten y nada más. Iré a mi grupo esotérico o a la Iglesia y escucharé con atención al oficiante, sin enfocarme más en el vestido de mi amigo o en la sensualidad de mi prima. Acogeré con beneplácito la autoridad de mi jefe y no le diré más que está equivocado. Seré humilde ante mi contendor y le dejaré decir y hablar lo que desee. Dejaré de comprar esos zapatos rojos tan anhelados,  porque tengo, en mi armario, siete pares guardados que ya no me pongo. Ocupare menos tiempo es mi obsesión por el orden o por el vestido y tendré más tiempo para meditar ”. Son muchas decisiones, que aunque pequeñas, van formando un carácter fuerte, sincero, espontáneo, pausado, expectante, observador dando origen a una pequeña luz que va emergiendo y se va alimentando día a día. Detalles que siendo insignificantes, dan curso a una mayor expresión del Alma Divina, dormida por edades en el sueño de maya. Esa luz acrecentada llama la atención de aquel que espera con paciencia para ofrecer su antorcha a quien la necesita y que no es otro que su Maestro. Este Ser es un Iluminado, la expresión o precipitación de Dios mismo, el cual se le va acercando con cuidado y lo comienza a guiar, en un principio, de manera inconsciente. Así algún día se le presentará, instruyéndole en su nivel de vigilia consciente, haciendo posible que Ser Divino de su discípulo, sea ahora el protagonista, el abanderado de su vida, la cual se va enalteciendo por la presencia de la verdad, la bondad, la justicia y la lealtad, entre otras.

El aspirante, a pedido de la enseñanza espiritual, involucra en su vida la práctica de la meditación, con el fin de acceder a otra forma de cognición, diferente a la acostumbrada racionalización, que con su vicioso círculo de causa-efecto, lo conecta con la memoria y lo remonta siempre al pasado. Esta es la causa del porqué está ausente en él, el Sí Mismo o el Ser Real, el cual sólo se precipita en el presente. El ego vive de la memoria y la mente recorre, en el día a día, todo un infinito cuadro de experiencias emotivas o intelectuales, guardadas en el baúl, tanto del consciente como del inconsciente, para responder al diario acontecer. Se recomiendo por tal razón, no remontarse de manera frecuente a este artilugio del ego; así que el aspirante sincero, comienza a no hablar tanto de su pasado, evitando encadenarse en esas películas ya vividas. Cuando el colega le dice por ejemplo: “Anoche no pude dormir, hospitalizaron a mi suegra y la operaron del riñón”. Ya no responde con lo acostumbrado: “Uyy eso mismo le paso a mi madre hace 3 años y casi se muere la pobre”. No, lo escucha y lo suelta, deseándole quizá una buena recuperación. Si está en un restaurante y pide el plato de su predilección, lo prueba y ya no expresa: “Esta comida no es tan buena como la que comí, hace un mes en ese restaurante de la esquina”. Está atento para que cuando salte el mecanismo de la memoria, lo detenga inmediatamente. Eventualmente, esto le permitirá observar el presente sin resistirse a él y ya no expresará anécdotas antiguas, ni comentarios que no van a lugar. Pequeños controles que aunados uno tras otro, van depurando y dejando tiempo para la precipitación del Ser Real y éste comienza a ganarle la partida al ego. Discernimiento y meditación dan lugar a un cambio verdadero y ellos alumbraran una nueva realidad. El hijo de Dios se va forjando por fin en el caminante, siendo éste el causante de la muerte de los trucos del ego, dando al aspirante la oportunidad de levantar libremente el vuelo hacia la Divinidad que late en lo más profundo de su corazón.

Con estas posturas personales, con miras a bajar el control del ego, se enfrentará fuertemente a la crítica de los demás y a sus inoportunas frases, tales como: “Tú, que buscas a Dios, cada día eres más parco y menos comunicativo. Tan gratas pláticas que teníamos cuando no meditabas, ni seguías los consejos de ese loco de tu Maestro. Estás mal, muy mal mi querido amigo”. Presiones que pueden darle fuertes justificaciones para decir: “No, mejor me quedo con mi vida antigua, porque eso de buscar a Dios es lamentable y podré hasta perder a mis amigos”. Y cuando los demás lo ven menos preocupado por otros, porque va a trabajar también sus apegos y sus fuertes deseos, con miras a purificar su corazón, se rebosa la copa de la tolerancia y ellos le criticarán  su nueva forma de actuar, pensar y hablar. Prueba entonces en sí mismo, la presión externa y la preocupación por siempre dar una grata imagen a los demás. 

El desapego lo comienza a desarrollarlo poco a poco y dice: “Bueno, ahora, trataré de comer diferente, tal vez sin tantas exigencias ni exquisiteces”. Quizá se pregunte: ¿Y cómo es que llegue a decir que es mejor el café negro, que el clarito? O tal vez se diga: “¿Por qué le exijo a mi hijo una relación con una chica de su clase, ya que esa que tiene no le conviene? ¿Quién me dijo a mí que era mejor el color verde que el azul? ¿De dónde para acá, tengo esa idea de que los del país vecino, son menos inteligentes y amables? ¿Acaso mi mamá es la única que me hará feliz? ¿Por qué definitivamente amo más a mi hijo, que a mi hija, pensando que él se parece más a mí y ella, a ese sinvergüenza de su padre? ¿Por qué pienso que el gobierno estaría mejor en manos de los verdes y no de los rojos? Me preocupa eso de ser amable con mi superior, y dominante y gritona con mi mamá. Con todo esto tal vez concluya: “Es fácil transitar por la senda de la espiritualidad”. Pero el ego lo ve terrible y le asusta enormemente comenzar a perder su dominio cuando se evalúen sus gustos y aversiones, sus formas de pensar y de actuar, sus  maneras de hablar y de ser, sus mentiras e hipocresías, su dificultad para callar y no opinar , su imperturbabilidad a lo que acontezca y su falta de humildad. El buscador cobarde abandonará la faena y se dirá así mismo: “Eso del Sí Mismo, por ahora, aplazado, yo sigo cobijado bajo la corriente normal de desarrollo evolutivo, en fin todas vamos para la misma meta”. Claro que desconoce, que quizá en una, dos o tres vidas, si sigue juicioso logre la liberación y no deba esperar unas 400 mil más.    

Desapego y discernimiento hacen la vida del aspirante más tranquila y sosegada; apaciguan la ansiedad del ego y lo van opacando lentamente. Ayudan a construir una personalidad más acorde con el fluir del plan divino, porque son los ejercicios propios para purificar la mente y limpiar el corazón. Precisan, eso sí, de un anhelo elevado por conocer a Dios; no se accede a ellos mediante ningún manual, ninguna inversión costosa y mucho menos por un curso de dos o tres años. El desapego lo dispondrá a soltar las cosas y las personas, cuando ya no le sean necesarias y deban partir al más allá. El desapego se alcanza cuando se comprende, que en este mundo, el de las formas, todo llega a su fin. El discernimiento y el desapego le permitirán ir por el sendero muy liviano, con menos cargas, libre para el encuentro con su Maestro, sin ataduras para cumplir la misión que éste le encomendará.
  
Paralelamente a los dos ejercicios anteriores, el probacionista, no olvida nunca su proceso de auto observación. Anota los sentimientos experimentados, los pensamientos de su mente, los frecuentes deseos de su cuerpo, los hábitos repetitivos, las obsesiones, las compulsiones, la manera de expresarse, la forma de caminar y los deseos de control. Descubre sus facetas personales, buscando ver lo que ha descuidado y se ayuda de los demás, porque ellos son sus espejitos. Comprende, por ejemplo, que la envidia de su colega, puede ser su propia envidia, o que la manipulación de su pareja, muestra su gran tendencia a ser controlador. Tiene el sumo cuidado de no juzgarse ni auto justificarse en ningún momento. Solo observa y anota: acá ira, allá hipersensibilidad, acullá culpa. Esto es afecto desinteresado y aquello tolerancia. Todo lo escribe, lo que cree bueno o malo. Balancea al final de la noche: tantos puntos para el ego, tantos para el Sí Mismo. Se observa ante los demás y se pregunta: ¿Traté hoy de agradar a mi suegra? ¿Fuí sincero con todos? ¿Critiqué a los demás y qué tanto? ¿Soporté? ¿Manipulé? ¿Me dejé controlar? ¿Fuí veraz, claro, o más bien confuso e hipócrita? Anota y anota, así descubre las políticas de la yoidad y se hace consciente de si éstas ganan siempre la contienda o deja un poquito de espacio al Ser Real. El Sí Mismo está en cada discernimiento, en los momentos de meditación, en el presente, en el amor sin fronteras, en la imperturbabilidad, en la humildad, en la profunda devoción. El ego se potencia en los gustos exquisitos, en el deseo de ser reconocido, en la memoria, en la vigilia sin auto consciencia, en los sueños, en la crítica, en el rencor, en la rebeldía, en la vanidad, en la melancolía o en la cobardía. Cuanto menos yoidad, alumbra más la Divinidad, el Ser Real, de tal suerte que el Maestro se acerca cada vez más y más. Y un día, viéndolo constantemente intentando Ser y no Hacer, se le presenta. Todo junto: discernimiento, meditación, desapego y auto observación, van capacitando al buscador para acceder a la etapa del DISCIPULADO, en la cual se hace un discípulo de un Maestro perteneciente a una Cadena de Oro, siendo ésta una sucesión ininterrumpida, en donde un Iluminado le da a uno en la oscuridad, su conocimiento y su autoridad. De esa etapa hablaremos en otro artículo.      

En resumen: existen dos etapas que son previas al discipulado: Estudiante y Probacionista. La primera conduce al aspirante a descubrir los misterios de la existencia, a conocer el Plan de Evolución y a ser consciente de que existe un camino para integrarse con el plan, para ir hacía la unión con Dios. La segunda, le trae al buscador un conflicto consigo mismo, conduce a una lucha interna en la que se enfrenta con su peor enemigo: su ego. Mediante esta etapa el caminante descubre todas las estrategias que le han impedido atender la oferta más maravillosa de la existencia: la del Alma Individual. En esta etapa se debe comenzar a aplicar el discernimiento (escoger lo más sensato), el desapego (soltar los amarres del ego) y la auto observación (descubrir el poder de la yoidad). Ellas despejarán el camino y atraerán a la vida del aspirante, al compasivo ser, quien lo llevará a las puertas de la Iniciación y ellas le conducirán finalmente a disolverse en la Divinidad, tal como se deshace un grano de sal, en el océano. Así, algún día, el aspirante se convertirá en un servidor de otro buscador, abriéndole los portales para su liberación.

AMINA KRIYANANDA