martes, 29 de abril de 2014

ESTRUCTURA PSICOLOGICA Y CAMINO DEL DISCIPULADO
Parte 2

¿Estoy montado el asno
o me está montando el a mí?


Frase sufí maravillosa como abrebocas a esta inquietud despertada hace algún tiempo por preocupaciones constantes de descubrir la forma real de apaciguar la naturaleza desbocada en metas sin sentido, por desconciertos al no alcanzar el ascenso hacia la realización espiritual, aún a pesar de los varios años en la exploración, y por ansiedades de beber en fuentes sublimes y elevadas. Todo va apareciendo, pareciera como si una mano invisible guiara, sin obstáculos, las posibles respuestas conducentes a integrar cada hallazgo y a mostrar las fichas necesarias para armar el rompecabezas completo que conducirá sin peligros al aspirante a la puerta segura que abre el despertar espiritual.  Las sombras van siendo derribadas por la luz y los hallazgos se asemejan a los rayos del sol que van penetrando en los laberintos insondables donde, desde hace varias edades, el rey duerme en la noche lúgubre y peligrosa. Bástenos gratitud a los lectores, porque todos sostienen el empeño y precipitan la afluencia de los Guías Invisibles, empeñados en satisfacer los anhelos de sed espiritual de aquellas almas sedientas de alimentos divinos. 

La frase introductoria hace referencia a un asno que para los iluminados místicos del Islam representa lo que ellos denominan nafs, siendo éste el ser centrado en el ego. Ellos conciben al hombre como una entidad compuesta bajo la siguiente formula: Ser humano= Allah + Nafs. Pensamiento muy acorde con la postura de los cabalistas (iluminados místicos del judaísmo) que afirman que el hombre vive en un mundo diferenciado en seres o formas, y en el cual Dios se oculta para permitirle su existencia. Lo manifiesto da lugar entonces a lo finito, lo limitado, lo fragmentado y a la creencia humana de que lo diferenciado, lo temporal y lo añadido a su personalidad, es su realidad. En consecuencia, en el trascurso de la evolución, el Ser humano se ha identificado con el cuerpo, con las emociones, con los pensamientos y con las creencias o condicionamientos, puesto que todo eso pertenece al mundo de la manifestación. Ese apego a los nombres, las formas y las energías creó las personalidades de los hombres, siendo éstas conocidas también como máscaras o egos, que aunque son pasajeras, se convirtieron en el desvelo de nuestras existencias y en las causantes de las fuerzas que catapultan aún más la realidad divina que mora en nuestro interior y que permanece oculta hasta tanto no despertemos a otra realidad. Llegados a un punto de la evolución debemos comprender que nuestra misión trascendental, como expresan los cabalistas o vedatistas, consiste en revelar a Allah o Atman, la esencia eterna y universal, o sea a Brahman mismo, energía subyacente que se oculta en todas las cosas y en nosotros mismos. Y eso no es más que otra cosa que permitir que lo Divino (Allah) tome su lugar y bañe con sublimes energías nuestras personalidades (nafs), haciendo posible que cada vez seamos más sagrados y menos mundanos o finitos.

Los siete niveles del ego o nafs descritos por Kabir Helminski al-Mevlevi, Sheij de la Cofradía sufí Mevlevi, son;  

El yo compulsivo-obsesivo. Cuando estamos completamente dominados por nuestros deseos e instintos; casi no tenemos una separación entre nuestro deseo y nuestra acción. Caemos bajo las órdenes de nuestras compulsiones y este estado es como una capa de oscuridad que nos impide ver nuestra propia luz interna. El yo inferior alega que actúa a favor de nuestros intereses, pero la evidencia apunta en la dirección contraria. Sus deseos caóticos nos alejan de la Realidad, mientras ejerce su tiranía sobre el corazón.

Cae como anillo al dedo este poema de Maulana Rumi que muestra la condición de quedar atrapados en el yo compulsivo-obsesivo:

Si amas el dinero más  que a nada,
serás comprado y vendido
si sientes gula por la comida,
serás una hogaza de pan.
Esta es una verdad sutil:
Cualquier cosa que ames, lo eres

Para estar más cercanos al núcleo divino se precisa desarrollar en esta etapa la cualidad del arrepentimiento. El arrepentimiento entendido como una revolución interna contra nuestro ego y que nos permite manifestar al Sublime que llevamos dentro. Así, esta cualidad es como una reacción de nuestro noble y sagrado espíritu contra nuestra parte egoica y pasional. Cuando más elementos nobles vayamos manifestando en nuestro interior, se provocará en nosotros una revolución y eso hará que esta fuerza divina se presente como una de nuestras fuerzas. La reacción del arrepentimiento depende de tres factores: el daño ocasionado a otros, la naturaleza de la consciencia y la fuerza de la fe. Así, cuanto más grande el pecado más intenso será el arrepentimiento y cuanto más santo el ser que comete el desagravio, mayor será su intensidad. Si nuestra condición egocéntrica reina sin control, no nos molestamos ni arrepentimiento ante casi nada; pero si nos elevamos espiritualmente, buscaremos la misericordia divina con suplicante anhelo ante cualquier cosa o actitud que quiebre la estructura sagrada. A veces posponemos constantemente nuestro trabajo del arrepentimiento y hemos de recordar que toda rama joven puede ser enderezada, pero cuando ha crecido mucho y se ha engrosado ya no admite cambio de forma o dirección. Los vicios, las obsesiones echan fácilmente raíces en nuestras almas; una hora de retraso es importante; lo mismo una noche y un día. Hoy es mejor para arrepentirse que mañana, y está noche mejor que mañana a la noche. No debemos descuidarnos más. La práctica de la meditación o la devoción no sirven sin el arrepentimiento, sin el trabajo interno de revolucionarnos a nosotros mismos.

El yo que se lamenta, en el sentido en que tenemos mayor consciencia de controlar nuestras  compulsiones y deseos. Es una etapa en la que iniciamos una revolución interna para descubrir la fuerza de las compulsiones y determinar qué tanto estamos esclavizados a nuestros deseos. Presupone la etapa de probación de muchas escuelas ocultistas. Implica auto observación constante, retrospección de las acciones diarias y anhelos por quemar los velos de oscuridad que nos separan de nuestra propia luz espiritual. La cualidad que necesitamos despertar en esta etapa es la templanza o sobriedad, que surge cuando descubrimos el poder de las compulsiones y obsesiones y las procuramos controlar. Desafíos a los gustos y a la intensidad de los mismos son necesarios realizar en esta etapa. Si algunos ocasionan angustias y ansiedades mayores, esos son los que están arraigados con mayor poder.

El yo equilibrado o inspirado, es el estado en el que nuestra fe y nuestras acciones correctas  han comenzado a predominar en nuestra vida. La tiranía de nuestro egoísmo va siendo derrocada y estamos logrando un ego más o menos integrado. La cualidad que vamos despertando en esta etapa es la renuncia a las ambiciones y anhelos mundanos; una libertad del condicionamiento del deseo. Este estado es la meta de la religión y la psicología convencionales, y es la frontera del desarrollo convencional del ego. Aunque sólo sea el tercer nivel del desarrollo humano, dentro del sistema Sufi, es un gran logro. Para la mayor parte de nosotros, llegar a esta etapa requiere de mucho trabajo personal y psicológico. La fragmentación en nosotros empezará a claudicar y ya no iremos como retazos a ofrecernos al mundo. Los demás nos verán más centrados y nosotros mismos nos sentiremos menos contradictorios y antagónicos. Si exigimos al mundo paz, seremos serenos. Si pedimos perdón de los agravios, perdonaremos a nuestros victimarios. Si pretendemos amar al mundo, no seguiremos siendo excluyentes con los de cierta clase o condición.

El yo tranquilo, que ha comenzado a vivir a partir de nuestra consciencia enfocada en la nostalgia de Dios. Esta es la etapa en la cual pisamos el Camino del desarrollo consciente, o sea en la que nos acercamos al contacto con el Maestro y al despertar del Yo Real o presencia individual. Seguimos teniendo asuntos pendientes de las etapas anteriores, pero podemos enfrentarlos dentro del contexto de una experiencia más amplia. La cualidad que buscamos despertar en esta etapa es la pobreza espiritual, un desapego de las preocupaciones mundanas, libertad de las inquietudes y paz mental. Aquí comenzamos a ver a través de las apariencias y reconocemos a Dios detrás de todas las formas o circunstancias; la separación de Dios, en esta etapa, es sólo un velo de luz. Estamos en el umbral de aprehender la realidad de nuestra propia naturaleza. O sea esta etapa es aquella que nos pone ad portas del discipulado y nos acerca a los Maestros Ascendidos, prestos a sostener a los sinceros exploradores de lo trascendente. Reza el presagio espiritual: “El Maestro aparecerá hasta cuando el alumno esté preparado y sólo entonces” pues ya vimos que es la cuarta etapa.  

El yo realizado o contento con Dios. En esta etapa abandonamos las opiniones personales y los pensamientos como “para mí, en mí opinión, en cuanto a lo que me concierne” y fusionamos nuestra orientación y nuestro ser con la intención de nuestro Sustentador. En la vedanta advaita a este estado del ser se le conoce como Yogarudha, libre de apegos a las acciones y a los objetos. Descubrimos que el bien y el mal son relativos en lo creado; pero para el Creador son iguales. Hemos madurado nuestra percepción de la realidad, no vemos falla alguna en la Creación. Pase lo que pase, nos abrimos a la situación con paciencia y aceptación. Esta es la etapa de nuestra primera fusión o unión con Dios. La nostalgia por Dios nos ha madurado y caemos en un estado de aceptación, de perdón y de gratitud. Nuestra individualidad ha sido transformada a nivel fundamental y el yo entra en una fase de altruismo espontáneo. A partir de este punto en nuestro progreso, nuestra elevación hacia Dios continuará eternamente; la muerte no podrá ponerle fin.

El yo del sometimiento total, en el que no sólo estamos satisfechos, sino que proporcionamos deleite a Dios. Como dice en algunos apartes de la Biblia o el Corán: seremos los hijos que complacemos al Creador.  Es el inicio del descenso de la felicidad, de la manifestación absoluta del Ser Real y esta etapa que se caracteriza por fases de asombro impactante. En ella experimentamos tanto la crucifixión como la resurrección. Después de fundirnos felizmente en Dios, nuestro yo debe enfrentar pruebas muy duras para llegar a reconocer que sólo vive para Dios y que no desea otra cosa fuera de la Verdad. La individualidad retorna a nosotros, pero esa individualidad ya no piensa en términos de sí misma. Sólo es posible el verdadero asombro y conciencia de Dios cuando hemos regresado de la unión a la individualidad. Paralelamente, es un estado más profundo de amistad y de comunión con Dios, en el que el nuestro yo existe lado a lado con el Ser de Dios, en el que cada prueba, cada pérdida se experimenta en una sumisión total. Nuestro yo logra un estado de absoluta humildad, de pureza de corazón, de aniquilación de todo aquello que se resiste, se queja, tiene resentimientos o falta de confianza hacia la Realidad. Esta humildad es como el estado de enamoramiento –un enamoramiento con Dios, y se siente correspondido en el amor. Dos amantes pueden sentarse juntos contentos, felices y en paz. Al estar enamorados, dos se vuelven uno en propósito, sin perder sus individualidades distintivas. Cuando estamos profundamente enamorados los deseos del amante y de la amada son lo mismo, sin discusión ni desacuerdo. Y así estamos complacidos con la realidad y la Realidad está complacida con nosotros. Vivimos en la aceptación, la apertura y la confianza. La cualidad que despertamos en esta etapa en una confianza completa, entregamos nuestros asuntos a Dios, el único Confiable. Seremos verdaderos amigos de Dios, siendo capaces de emanar una vibración benéfica para la humanidad y para toda la creación.


El yo completo, consumado o perfecto, en donde lograremos alcanzar el espectro completo de los atributos y retornaremos a la vida ordinaria de manera excepcional. Seremos completamente transparentes ante la Divinidad y manifestaremos total satisfacción. Ibn’Arabi, un gran santo Sufi, describió este logro cuando dijo “Mi viaje fue por completo en mi interior, y apunto a mí mismo. Y vi que no era nada más que sirviente, sin trazas de Señorío.”  Todas nuestras cualidades y acciones pertenecerán solamente a la Realidad Transpersonal. No tendremos existencia separada de esa Unicidad. En este nivel, nuestro yo individual, aunque totalmente funcional, existirá dentro y a través de esa Unicidad. Nos habremos convertido en seres universales, pertenecientes a toda la humanidad. Avanzaremos hasta un estado en el cual viviremos sin auto-imagen, con modestia, apertura, perdón, aceptación y confianza. El resultado final será la manifestación irrestricta de la Vida y la Sabiduría.

Hemos visto graduaciones ascendentes de los nafs, lo cual nos permite concluir que los Maestros de las Escuelas del Misticismo Islámico, proponen trasformar al ego, hacerlo trasparente y nunca destruirlo. Kabir Helminski al-Mevlevi, guía espiritual de la cofradía sufí Mevlevi, en línea directa con el Maestro Rumi, nos explica claramente su enfoque de transformación de la siguiente manera:

“Imaginémonos a nosotros mismos representados por una silueta en colores contra un telón de fondo. ¿Cuánta de nuestra atención se dirige sobre la silueta, cuánta sobre el telón de fondo y cuánta sobre la relación entre ambas? En algunas enseñanzas la silueta es lo importante: debemos ser el número uno de nuestro universo. Nuestros estados de consciencia y nuestro propio desarrollo son el foco, y el telón representa nuestra relación con el mundo exterior, el que puede oponérsenos, distraernos u ofrecernos la realización. Un segundo enfoque sugiere que sólo el telón es real y todo lo que la silueta representa es irreal. El ego-silueta debe morir o ser aniquilada. El enfoque sufista es que el telón es infinitamente compasivo, consciente, amoroso y pleno de significado; y que la “ego-silueta” necesita encontrar su relación con el “telón” del Amor. El yo puede abrirse a una relación nueva con el Ser; puede enamorarse con el fondo, con el suelo del Ser, y da inicio a una especie de danza entre la figura del yo y el fondo del Ser compasivo. El “yo" que no ha llegado a enamorarse del telón de fondo hasta convertirlo en su primer plano, vive una existencia dolorosa, sin amor, cercenada del amor creativo que puede guiar e inspirar su existencia. Gradualmente, si buscamos esta vía, los colores del telón de fondo y del primer plano se vuelven Uno, más aún, a menudo ocurre que el telón de fondo y el primer plano parecen enrocar posiciones y cambiar de papel en juegos traviesos. El amante desaparece en el Amado y luego el Amado desaparece en el amante. De acuerdo con lo anterior, la disciplina para promover el ego no es la misma que aquella para hacerlo transparente. Ambas requieren la persecución metódica de una meta, pero una puede conducir a diversos tipos de encarcelamiento. Mientras la otra puede llevar a la libertad.

Otra forma en que puede ser descrito este proceso de transformación es en términos de cambios de estado: de sólido a líquido y luego a gas. Vamos a explicarlo con cuidado. Las etapas en las cuales prima la silueta (ego) y se desatiende al telón (Divinidad), son como el hielo: duras, separadas y solitarias. Las intermedias son como el agua: fluidas, capaces de mezclarse con otros, aptas para disolverse e incluso purificar la negatividad de la vida. Las etapas más elevadas se parecen al estado molecular de la fragancia: muy sutiles, penetrantes, sin limitaciones en espacio y tiempo. De modo que podemos visualizar el yo como algo capaz de volverse cada vez más sutil, refinado, espacioso, penetrante.  Mientras más espiritualizamos nuestras cualidades mundanas y las dedicamos al servicio, más podemos domar a "la bestia" mediante el amor, más lograremos la integración, y más se transforma el yo natural en instrumento de los valores reales, que son de naturaleza transpersonal o espiritual. En los niveles intermedios llamaremos la atención de los Maestros y nuestra fluidez al relacionarnos, al aceptar las condiciones presentes en un instante, al romper con exclusividades y desconfianzas, nos dotara de una gran oportunidad para ir al reencuentro con Dios en el aquí y el ahora. Si ascendemos a los niveles elevados, la presencia divina será prominente en la silueta, nos volveremos íntegros, alineados con la sabiduría más profunda y abarcaremos cada vez más y más aspectos de la realidad. Todas nuestras formas: acciones, sentimientos, pensamientos estarán armonizadas y trabajaran juntas de un modo equilibrado; dejaremos de estar fragmentados; sintiendo una cosa, pensando una distinta y actuando de manera poco racional o sensata. Así comprenderemos que si nos hemos revolucionado interiormente habremos entendido las palabras Yihad Kabir o Guerra Santa, propuestas por el profeta Mahoma, único método para sublimar al yo.

No obstante, para la psicología sufí, la estructura de la psique humana, no sólo se remite al conocimiento de los nafs, sino también a otros dos elementos primarios que son el corazón y el Espíritu. Los nafs, ya vimos son un conglomerado de manifestaciones psicológicas complejas que emergen del cuerpo y están relacionadas con el placer y su supervivencia. El ego tiene una relación íntima tanto con el cuerpo como con las otras fuerzas actuantes en los hombres. No tiene límites en sus deseos y necesita del yo Espiritual (ruhj) para que lo guíe y modere. Por otro lado, el yo Espiritual requiere de la energía del yo natural (nafs) para aspirar a la consumación o perfección del individuo. Por tanto no se puede aniquilar al yo personal. El corazón, es el centro de nuestro ser, el alma, nuestro conocimiento más profundo y amplio, incluye funciones psíquicas e imaginación activa; es como un contenedor hecho de la sustancia de la presencia. Es el centro de la psique, el punto medio entre el espíritu y el yo. Incluye las facultades inconscientes de percepción, memorias y complejos, y puede estar bajo la influencia del ego o del yo Espiritual. Cuando hablamos de involucrarnos en algo “con alma y corazón,” estamos hablando de ese aspecto del yo. Vivir desde el corazón, tener un corazón puro, apuntan a una condición de deseo espiritualizado profunda o de pasión espiritual. Por otro lado, perder nuestra alma significa tenerla dominada por intereses materiales, sensuales y egoístas. Dicha “alma y corazón” está velada, oscurecida, inconsciente. El Espíritu (yo esencial, yo espiritual) es un atributo del ser humano que se describe como un impulso o comando de Dios dentro del ser humano. El Espíritu es la esencia misma de la vida. Equivale a un punto adimensional que está asociado al dominio de la Unidad y tiene acceso al dominio de las Cualidades Divinas. El Espíritu puede mandar sus mensajes al corazón. Tiene varios ministros importantes: la Razón, la Reflexión y la Conciencia. La individualidad es el resultado de la relación entre los tres elementos anteriores y en el camino Sufi se trabajan los tres dominios simultáneamente: refinando el yo (nafs), purificando el corazón y activando el espíritu. Pero, en cierto sentido, lo más efectivo es comenzar con el corazón que es el punto medio entre los otros dos, y el lugar donde estos se encuentran. Por eso el trabajo del corazón comienza con el desarrollo de la presencia y la remembranza de Dios. La remembranza atrae la luz del Espíritu hacia el corazón, y de aquí se redistribuye a toda la psique. La presencia transporta la luz del espíritu hacia el corazón desde donde es distribuida a la totalidad de la psique. Con presencia en el corazón, las coerciones del yo compulsivo pueden ser observadas y transformadas. Con presencia y la subsiguiente apertura del corazón, los aspectos egocéntricos del yo (nafs) pueden ser transformados en cualidades verdaderamente humanas. Esta práctica es según para el vedantista la devoción Bakti y que ostenta un lugar primordial.

Los místicos sufís resuena con mucho de lo que hemos escrito y además agregan que algunos temas tales como trabajos con la auto estima, la visualización creativa, la afirmación, la consciencia de los arquetipos, la obtención de consuelo o alivio al estrés, que son asuntos todos asumidos muchas veces por la psicología transpersonal o las técnicas New Age, pueden convertirse sólo es recetas para ser seguros, exitosos, aceptados, atractivos, o para someternos, hacernos sumisos o pertenecer a… Todo eso; dice Kabir Helminski al-Mevlevi, muestra inmadurez e ingenuidad con relación al aspecto fundamental de la existencia: manifestar al Yo Divino en la forma, en lo material. A esas metas las llama “chupones místicos” y las divide en tres categorías: 1. Vendajes para heridos (seminarios de autoestima, meditación para relajación del estrés, visualizaciones de paisajes y lugares hermoso, etc.). 2. Herramientas para constructores de realidades estilo hazlo-tú-mismo (afirmaciones, visualizaciones creativas de positivismo, entrenadores personales, etc.); 3. Narcóticos para los adictos espirituales (técnicas extáticas, yoga o tantra superficial, mimos para el cuerpo, que pueden incluir vegetarianismo extremo, consumo obligado de alimentos integrales o bebida de potajes orgánicos, ricos en nutrientes, antioxidantes, rejuvenecedores, etc. Eso solo favorece a los venderos de ilusiones y a los comerciantes.).

Los Maestros o Escuelas Verdaderas sobrepasan todo eso porque a lo que invitan es a una integración individual con la Totalidad y a descubrir que existe una continuidad entre el núcleo de la consciencia individual y todos los niveles del Ser. La senda real se preocupa por poner las cualidades y los valores en acción, siendo éstos valiosos por sí mismos, porque, para los verdaderos guías y maestros, representan propiedades esenciales de la realidad, la cual es benéfica y nunca a pesar del sufrimiento y el dolor, se queda oculta, pues ella tiene superioridad, y se revela con mayor claridad a través de los riesgos de esta existencia impredecible. Las cualidades de compasión, generosidad, sabiduría, justicia, belleza y gloria son inherentes a nuestro universo. Las encontramos reflejadas en nuestros propios seres, y también descubrimos que si trabajamos con nosotros mismos, si pulimos nuestros corazones, nos volvemos más capaces de reflejarlas en nuestras vidas. Es importante señalar que nosotros no damos origen ni creamos estas cualidades; sólo las reflejamos. Por nuestra cuenta, no tenemos la inteligencia o creatividad para inventar la sabiduría o el amor. Sólo podemos descubrirlas tal como nos son reveladas, entonces podemos reflejarlas en esta existencia. Desde cierta perspectiva, todas estas cualidades existen en el tesoro invisible y transpersonal de la inexistencia o no manifestación, que es el lugar donde mora Dios en su plenitud. Somos nosotros quienes hacemos existir a las cualidades y las manifestamos al remover los obstáculos que presenta el falso yo. Uno de los primeros principios de este modelo del -yo como reflector, es que no nos atribuimos nada a nosotros mismos excepto las imitaciones que imponemos a la manifestación. Nos hacemos responsables de nuestra limitada capacidad de reflexión y permitimos que este reconocimiento nos estimule a generar mayor reflectividad.  La mayor limitación en nuestra capacidad para reflejar las cualidades de este tesoro transpersonal es el falso yo, esa identidad superficial que es, después de todo, una creación del condicionamiento. El falso yo es un papel, un rol, una auto-imagen artificial, un paquete recibido lleno de ideas, opiniones, ilusiones, deseos, caprichos, auto-justificaciones, inseguridades. Tenemos una personalidad irreal que vive nuestra vida por nosotros. Muy a menudo hemos estado viviendo como meras figuras en un mundo figurativo. Hemos vivido como un yo ficticio en un mundo ficticio, ajenos a la realidad Benéfica y a través de una personalidad dominada por los gustos o aversiones, por los condicionamientos y enfocada en la mentira, el temor, y prioritariamente en defender su auto imagen artificial a capa y espada. La manifestación de dichas cualidades es truncada todo el tiempo y más cuando no confiamos en la Beneficencia de la Vida. Debemos adoptar alguna identidad ficticia para ciertos propósitos, pero al hacerlo, no la podemos tomar seriamente, ni mucho menos identificarnos con ella o dormir con ella.

Algunas cualidades a manifestar serán: 1. Aceptación de aquello que es, en lugar de quejas al estilo “pobre de mí” o “¿Por qué yo?”. 2. Franqueza, antes que preocupación por el “mí.” 3. Gratitud, antes que resentimiento por lo que me ha pasado a “mí.”. 4. Generosidad, antes que posesividad. 5. Modestia, antes que vanidad del “mí.” 6. Perdón, antes que culpa propia o de los demás. 7. Confianza, antes que inseguridad y duda. Sankaracharya nos habla de otras cualidades a manifestar. 8. Discernimiento antes que imprudencia e insensatez. 9. Renunciación a todos los goces transitorios, antes que la permanencia absoluta en el placer sensorial. 10. Calma y no intranquilidad. 11. Ecuanimidad y no preocupaciones constantes ante todo tipo de aflicciones con deseos de deshacernos de ellas. 12. Fe y no blasfemia de las instrucciones espirituales impartidas por los Sabios, Maestros y Discípulos”. 

Siempre debemos tener presente en nuestras acciones hacía dónde las enfocamos continuamente: si lo hacemos hacía nuestros deseos egoístas o por el contrario hacia nuestra porción trascendente o sublime. Y también debemos descubrir si nuestro acercamiento al camino espiritual es simplemente una preocupación por nuestra persona o una apertura trascendente hacia la verdad. Ya que ellas definen las dificultades del camino y de igual manera el tipo de guía espiritual que se nos acerca. Si la búsqueda es sincera, las puertas serán abiertas y los caminos a recorrer serán los menos peligrosos y demorados. Si no lo es, tal vez caigamos cegados por falsos maestros y el ascenso será demorado, lleno de baches, obstáculos y frustraciones.

Nuestras formas o nafs no son realidades en sí mismas, en ellas existe una presencia divina. El desconocimiento de esa verdad, originó la idolatría y el dogmatismo en el mundo de los hombres. Así durante muchas edades y vidas nos hemos elevado como fragmentos a la categoría de Dios. Y muy costoso nos ha resultado esa creencia, porque vamos atrasados y se ha necesitado la presencia de los enviados divinos, océanos de misericordia y los mejores conocedores de Dios: Rama. Krishna, Budha, Moisés, Jesús, Mahoma, Mitra, Orfeo, Zoroastro, los Siddas de la India, los Maestros Sufís, Cabalistas, Gnósticos, Taoístas y Budistas. Todos ellos han dejado un legado a aquellos atraídos a sus enseñanzas y que no es otra meta que revelar a Dios en sus vidas y por tanto manifestarlo en lo material, lo emotivo y lo mental. También, vivir en la manifestación en conexión con la eternidad y la infinitud, desarrollar la creencia de que no estamos separados de Dios, sino que El se encuentra en nuestra interioridad y allí debemos buscarlo. Igualmente amar a Dios en la manifestación como una prioridad a trabajar, ya que al hacerlo lo reconocemos en nuestra propia sustancia individual, le agradecemos la existencia temporal y su decisión de dejarnos existir. Por otro lado, al permitir que esa luz divina alumbre por momentos nuestro espacio personal, le daremos un sentido real a nuestra existencia; toda forma de violencia ira desapareciendo y dejaremos de sentirnos el centro del universo, que precisa atenciones y sufre frustraciones por no percibirlas o recibirlas de los demás. Iremos elevándonos de niveles inferiores a los superiores y manifestando los atributos divinos en el aquí y nunca los perderemos para otras futuras encarnaciones. La energía divina de nuestro ser se hará manifiesta y nos convertiremos en faros de luz para los demás, porque donde Dios existe allí llegarán los sedientos de consuelo, claridad y paz. De separatistas y excluyentes nos convertiremos en unificadores e incluyentes, y nunca más despreciaremos a las personas por sus condiciones, gustos o condicionamientos. Tampoco nos sentiremos fragmentados sino completos, integrados, y acrecentaremos nuestra paz interior. Aumentará nuestra radio de recepción al Todo y a todos y solo seremos compasivos, abnegados… El mal ya no será nuestro hilo conductor hacia la muerte y la temporalidad, y retornaremos a la encarnación, solo para auxiliar a los demás, no para cumplir deseos insatisfechos y promesas hechas bajo la ilusión de la personalidad pasajera y vacía. Las formas se verán como caminos o espacios para revelar a Dios y buscarlo insistentemente en ellas. Participaremos del proceso de la creación y eso nos llenará de satisfacción y Dios se complacerá de nosotros.

Cada vez que leamos este artículo o lo recordemos, invoquemos el nombre de Dios porque fortalece nuestro corazón, asiento del alma y aliento de vida. Demos gratitud por permitirnos abrir caminos a la Inteligencia y busquemos ese acercamiento que hizo posible este hermoso poema de Rumi:

Ay Amado llévame, libera mi Alma,
lléname con tu amor
libérame de los dos mundos
si mi corazón se enfoca en otra que no sea tú
deja que el fuego que queme por dentro
Ay Amado
llévate lo que quiero
llévate lo que hago
llévate lo que necesito
llévate todo lo que te aleja  de ti


jueves, 27 de marzo de 2014

ESTRUCTURA PSICOLOGICA Y CAMINO DEL DISCIPULADO
Una explicación del porqué es tan difícil cambiar y cómo hacerlo sin peligros


Examinar la propia estructura psicológica debe ser una prioridad de quien desea caminar conscientemente el sendero del discipulado. Por mucho que la mente profundice en conocimientos novedosos y diferentes, si lo interno no es abordado con valentía y sinceridad, los años pasarán y se continuará girando en torno a los patrones repetitivos, las imágenes descontroladas, las impresiones que no se percatan en su integridad, los sueños, las irrealidades, las obsesiones y las manías. Mientras no se afronte la estructura psicológica y se vea el entretejido de ésta con la mente y los instintos, seguiremos siendo autómatas dependientes de nuestro pasado y del entorno y, difícilmente, daremos cauce al fragmento divino que cada uno de nosotros lleva dentro. “Un hombre vuelto a nacer, no en la carne, sino en el Espíritu” es el augurio del profeta y debe ser algo que nos incentive a salir de la actual condición, postura personal que no muchas cosas buenas ha dado a nuestra vida, sino más bien ha gravitado a nuestro núcleo personal sufrimiento, enfermedad, incomprensión del propósito divino y blasfemia contra Dios.

La estructura de la psique

1. Aquello que se trae de existencias anteriores o Ser Real. Esta debería ser la guía principal, pero es suplantada por el ego que se forma o refuerza en cada encarnación. Está presente en los primeros días de vida o se manifiesta de manera inconsciente para proteger y guiar al ser o se convierte en el rector ideal cuando el ego se supedita a su mandato y le sirve.
2. El fundamento o ego que se forma en cada encarnación a partir de las propias experiencias en los primeros siete años de vida, principalmente. Es una pantalla de recepción de impresiones sensoriales y sensaciones internas acerca de sí mismo. En él se congregan todos los aspectos adquiridos por el ser humano.   
3. Los instintos que se enfocan, especialmente, en la supervivencia, el placer y la perpetuación de la especie. De igual modo, ocasionan repetición de costumbres, hábitos, se hace cargo de los procesos involuntarios y de la fuerza de atracción o repulsión.
4. Lo subliminal: un reino de imágenes e impresiones siempre en movimiento que pasan desapercibidas por el ego ya que éste se enfoca exclusivamente en lo externo. Nos llevan a ser fantoches, a actuar como títeres o marionetas de algo que somos pero que desconocemos.
5. La mente que aprende y guarda la información. Representa lo consciente, aquello que fácilmente se recuerda. Maneja los procesos voluntarios y está en constante vibración, porque es el órgano de comunicación que conecta las diferentes estructuras psicológicas y las relaciona.
6. La sombra en lo profundo del inconsciente personal, cuyo origen está en la represión de acciones supuestamente malignas e inmorales. Nos conduce a desarrollar potentes neurosis.
7. Lo que se asimila y copia del inconsciente colectivo con su fuerza arquetípica y condicionante.

El Ser Real

Durante toda la gestación nuestra psique estuvo relativamente suelta; esto nos otorgó la facilidad de tener una consciencia totalmente lúcida de lo que aconteció a nuestro alrededor o nos dio la posibilidad de aplicar el libre albedrío que nos permitió continuar con la gestación. Todo eso porque nuestra psique es en ese momento era una inteligencia dotada de un perfecto conocimiento y aún no ha había sido contaminada por la visión irreal de nuestro ego, el cual se  encontraba en fase de crecimiento. Los días que siguieron a nuestro nacimiento fueron opacando la consciencia de nuestro ser ya que nuestro pequeño cuerpo infantil empezó a plantear sus exigencias, en una vida que ya no dependía de nuestra unión por medio del cordón umbilical con nuestra madre. Nuestra psique se enfocó en el aprendizaje de nuestra nueva existencia y los recuerdos de otras vidas se sumergieron en nuestro inconsciente, quedando sepultados para ser revividos en instantes, en pequeños momentos de iluminación, como reacción a un encuentro de un lazo kármico previo o lista a manifestarse totalmente mediante nuestro trabajo de desarrollo o despertar espiritual. En ciertos momentos la fuerza del Ser Real alienta en cada uno de nosotros comportamientos benefactores o voces internas o intuitivas que nos protegen de actuaciones erradas o de experiencias dolorosas.

El ego

A medida que crecimos las impresiones provenientes del mundo exterior entraron en nuestro interior vía los sentidos del cuerpo y allí empezamos a formar una imagen propia de lo que consideramos era la realidad. Sin embargo, las apreciaciones recibidas al pasar por los filtros de los sentidos, sólo capturaron una serie específica de frecuencias y no todo el espectro de la realidad. Ante esto, imágenes íntegras y coherentes del medio circundante, no se formaron en nuestro interior y quedamos a merced de una ilusión, bajo el encanto de una quimera, que distorsionó la realidad. Con cada impresión formamos los cimientos de nuestra propia identidad y en consecuencia nuestro Yo Real quedó limitado y fuertemente constreñido. Esa entidad que se formó a medida que crecimos se conoce como ego o yo personal en los ambientes vedantistas o cabalistas, pseudoser en los budistas o nafs en la mística islámica (sufismo) y se convirtió en la fuerza a sostener y a reverenciar.  Este ser auto creado opacó o sustituyó al Yo o Ser Real con el que nacimos, quien poco a poco quedó sepultado por la experiencia y la formación del archivo personal de todas las experiencias memorables, placenteras o dolorosas, que experimentamos en la medida en que fuimos creciendo.

Los momentos vividos en los primeros años fueron de cognición, de experimentación y permitieron la asociación de imágenes, actitudes, visiones propias, respuestas ante la interacción con el entorno, en un archivo conocido como memoria personal. Con el paso del tiempo, poco a poco, fuimos descubriendo nuestro yo y el yo de los demás. El yo emergió por nuestra respuesta psicológica a medida que aprendimos a vivir en el mundo físico y diferenciamos un modo peculiar de hacer las cosas, una forma determinada de pensar y unos estados anímicos propios. Eso fue importante porque nos dio un elemento personal que nos diferenció de los demás, una imagen, aunque ilusoria, por la que fuimos y somos conocidos, una estructura mediante la cual orientamos nuestro mundo interior y exterior. Al tiempo el fundamento o ego fue vital para que el mundo exterior no se entrometiera excesivamente en nuestra psique y la agobiará. También nos protegió de los aspectos impulsivos que se irían presentando en nuestro interior por un pasado kármico no redimido.  Las experiencias sensoriales y las respuestas motoras que dejaron en cada uno una impronta del mundo que nos rodeó, gradualmente, se transformaron en una serie coherentes de maniobras físicas y emotivas que nos permitieron resolver problemas prácticos y facilitaron nuestra relación con el mundo. Con él también aprendimos a prever el futuro: cuando hacer ciertas cosas y en qué momentos abstenernos de cometer actos indebidos. Eventualmente, debe convertirse en el punto donde el Ser Real se asiente y exprese su estrategia espiritual. Por esta razón no debe ser destruido, sino trasformado, trascendido. 

Otra función de nuestro ego fue dar continuidad a lo que experimentamos, ya que en él se encuentra nuestra memoria, que no es otra cosa que el archivo de las miríadas de percepciones que forman pautas en nuestra mente y nuestro cerebro. La continuidad nos permitió tener el recuerdo del pasado y la imaginación acerca del futuro cuando lo vemos a la luz del presente. La capacidad de la imaginación está contenida en nuestro ego y de acuerdo a cada uno, la podremos utilizar para evadirnos, liberarnos de tensiones internas, fantasear, crear, evaluarnos internamente, planificar estrategias o suponer lo que ha ocurrido o sucederá. El ego es el medio a través del cual nos relacionamos con la realidad, pero no debe convertirse en ésta como sucede en la mayoría de las personas. El ego se mueve en el mundo de las máscaras, lo cual nos permite protegernos de entornos agresivos o expresar nuestro poder. Si es débil, manifestamos una personalidad insegura, nos impide refrenar lo instintivo, perdemos el sentido de realidad y lo sustituido por actitudes infantiles, tendencias suicidas o agresiones violentas. Nuestro ego no sólo contiene la memoria de nuestras impresiones externas, sino también llegan a él algunas tendencias grupales provenientes de la familia y de otras vidas.

La debilidad o fortaleza del nuestro ego se originó en nuestros primeros años de vida. Si vivimos en un ambiente hostil y muy duro, nuestro ego no se desarrolló correctamente en las etapas adecuadas de crecimiento y, tal vez, quedamos atrapados en una de ellas: en la de las dependencias familiares, en la de los juegos y competencias, en el la que corresponde al enamoramiento eterno o inmadurez emocional. Si fuimos sobreprotegidos, igualmente generamos un ego infantil y mimado que sólo reconoce sus propias necesidades y nos torna supremamente egoístas. Tristemente, a lo largo de nuestra historia personal nos hemos identificamos con el ego, con lo que hacemos o nos desviamos hacia un mundo de sueños egocéntricos acerca de lo que haremos o debemos hacer. Y la liberación comienza con descubrir su poder para darle finalmente la guía a la Chispa Divina que llevamos dentro. Si descubrimos un ego débil, debemos fortalecerlo y luego limpiarlo de las irrealidades para que sea el perfecto espejo, que refleje aquello que realmente somos: espíritus viviendo una experiencia humana.

Lo instintivo

Freud denominó a las fuerzas instintivas el “id”, las cuales sólo se preocupan por nuestra sobrevivencia, comodidad, seguridad y propagación de la especie. Lo instintivo infunde en nuestra psique dos poderosos impulsos: la libido y lo mortido, el último relacionado con la supervivencia: matar y comer y, el segundo, con la propagación de la especie. Estas dos fuerzas suelen estar contenidas y controladas por el ego y el superego –el arquetipo de lo que debemos ser- y se encuentran en el subconsciente, lo que está por debajo de la consciencia.

Promueve en nosotros estrategias que nos permiten salvaguardarnos del entorno y proteger nuestro territorio de los intrusos. Genera los hábitos o las manías, que supuestamente nos dan seguridad, pero en realidad, resultan muy molestas, nos complican la existencia, nos ocasionan frustraciones y conflictos con los demás. Lo instintivo nos obliga a saciar el placer de manera inmediata y cuando no lo logramos nos tensionamos de sobremanera. Si nuestro ego es débil, la intensidad de la carga instintiva se refuerza con la tensión, el enfoque egocéntrico y nuestra respuesta de insatisfacción, se acompañara de gran dramatismo y apasionamiento. Además de la frustración y la tensión, los dos impulsos del id al ser refrenados por nuestro ego, nos ocasionan comportamientos neuróticos, siendo éstos manifiestos en el 99% de la población, ya que contiene la represión no sólo de esta vida sino de otras, más el de las generaciones a las que hemos pertenecido. De la neurosis llegamos a la psicosis, si dejamos que el mortido se apodere de nosotros. La importancia del instinto es que proporciona la energía a nuestra psique y en ciertos momentos se infiltra en nuestro consciente para contribuir u oponerse a ciertos accidentes que nos impiden o inician determinadas acciones.  

Con el id uno siempre recrea en su imaginación, el objeto que satisfacerá una determinada necesidad y en eso vivimos enfocados gran parte de nuestro tiempo. Recreamos encuentros, saboreamos exquisitas comidas, nos regocijamos con actitudes de otros y, cuando vivimos la experiencia y vemos que ésta no se no se ajusta a lo soñado, nos frustramos, nos defraudamos, sentimos tristeza y las catalogamos como negativas. A veces proyectamos sobre lo deseado vacíos afectivos internos o frustraciones sexuales esperando recibir un alivio secundario. Y si aquel sobre el cual nos movilizamos no satisface lo buscado, lo juzgamos, lo desacreditamos o lo alejamos.

Lo subliminal

Sólo vemos una parte del todo
No fuimos educados para analizar el impacto de todo lo externo en nuestro interior y en cada encuentro con el mundo circundante pasamos por alto detalles importantes: la energía de los lugares, las impresiones físicas, emotivas y mentales ante la experiencia vivida, la causa real de las atracciones o repulsiones de los lugares o las personas, los olores, lo colores y las sensaciones táctiles. Todo eso rodea nuestra consciencia del ego y pasa a través de él sin ser notado, formando una zona subliminal que circula entre nuestra mente sensorial, nuestra memoria y nuestro mundo emocional. Ante experiencias similares o parecidas surge todo ese mundo contenido y precipitan acciones inconscientes y subliminales que no podemos explicar. Esa fuerza no controlada ni examinada correctamente en la experiencia se conoce como zona subliminal. Ese es el velo astral, que propicia reacciones no voluntarias, nos hace reactivos y nos sumerge en sueño fantasmagórico y muy irreal.

La sombra o inconsciente

Es un hecho real que nuestro ego opacó o sustituyó a nuestro Yo Espiritual y muchas de sus políticas quedaron sepultadas en nuestro inconsciente personal; o sea, aquello que escapa del dominio del consciente individual. Muchas impresiones quedaron guardadas, pero sólo recordamos aquellas que tuvieron un interés excepcional y las demás las exiliamos al inconsciente personal, el cual, aunque no lo vemos claramente, nos hace reactivos, supremamente defensivos. De otro lado, de pequeños aprendimos a refrenar nuestros impulsos para obtener algo del entorno y desarrollamos estados anímicos para congraciarnos con los que formaron parte de nuestro círculo social cercano. Fuimos educados de acuerdo a parámetros específicos, con el fin de ubicarnos y sincronizarnos con los comportamientos considerados útiles de la época y del lugar donde nacimos. Desde niños aprendimos a suprimir aspectos que no nos gustaban de nosotros mismos pero no por eso quedaron completamente anulados: agazapados esperan, porque forman parte de nuestra constitución y acechan el momento oportuno para mostrarse. La mayoría de nosotros nos dejamos quebrar fácilmente ante la represión ejercida por el entorno y reprimimos, desplazamos o sublimamos nuestra sombra.

Cuando llegamos a la adolescencia parte de nuestra sombra emergió y tomó su lugar: de infantes sumisos y complacientes, exhibimos una rebeldía desconocida y que sorprendió a todos los allegados; queríamos imponer nuestro propio criterio y modo de ver el mundo y ya nuestros padres no pudieron seguir conteniendo nuestra individualidad, ni la fuerza del deseo, como lo hacían antes. Durante los primeros años de vida, aprendimos a mostrarnos al mundo mediante muchas y variadas máscaras. Unas veces con dureza, sobre todo cuando nos rodeamos de gente agresiva, pero en otros momentos con suavidad y sumisión, cuando debimos supeditarnos a los dominios de otros. Incluso incorporamos las características de nuestros padres, adquiriendo y absorbiendo toda una cultura representada en la familia o la patria donde nacimos.

Hasta cuando nuestra mente maduró fuimos testigos de todo nuestro comportamiento guerrero, idealista, en el que nos creíamos capaces de hacerlo todo e incluso nos creíamos más inteligentes y mejor capacitados que los mayores. Luego de adultos tal vez comprendimos los errores y volvimos al redil; es decir, nos comportamos de acuerdo al modelo social impuesto y si no atendemos el llamado interno superior, nos convertiremos en copias fieles de nuestros padres, repitiendo sus esquemas, sus gestos e incluso hasta sus dogmas. Muchos dejaremos de desarrollarnos psicológicamente, absorbidos por la masa o las etiquetas sociales y puede que algunos empecemos a retroceder a caer en actitudes infantiles o a retroceder a otras épocas donde la fuerza de la juventud nos hacía conquistadores, atrevidos, capaces de todo. Llegaremos a viejos y nuestro instinto seguirá contenido, el superego ideal pulsando formas abstractas e irreales de actuar, sentir o pensar y el ego, alterando entre sus diferentes máscaras para no salirse de lo colectivo y social. Y así moriremos y con esa estructura no redimida, transformada ni trascendida, volveremos a renacer con las mismas taras, los mismos complejos, las mismas represiones. Difícilmente nuestro Ser Real se convertirá en el dueño y señor de nuestras vidas y menos aún, se nos acercará el Maestro, quien nos guiará al encuentro con lo divino, como él ya lo ha hecho. Pero lo más triste es creer que somos únicos e irrepetibles cuando en realidad, terminamos haciendo exactamente lo mismo que han hecho muchas generaciones a lo largo de la historia.  La madurez en eso y mucho más: es romper con la ilusión del ego, es no seguir identificados con el placer, el cuerpo, lo emocional o el conocimiento. Madurar es integrar los aspectos psicológicos, no sufrir tensiones, ni neurosis y vivir en el gozo divino.

Mimetizarnos ha sido lo mandado, fragmentarnos es nuestra especialidad y andamos perdidos de nuestro núcleo divino, a expensas de la fuerza del colectivo o de una entidad falsa e ilusoria, que nos orientan a todo menos a encontrarnos realmente a nosotros mismos. De sinceridad poco y nada sabemos; pero de mentiras y engaños en eso somos unos grandes ganadores. No debemos extrañarnos, sorprendernos ni hacernos los inocentes ante la invasión de los corruptos, que se precipitan sin control o ante la proliferación de violentos que van impunes y satisfechos con su maldad. Esa sombra entre el ego y el Ser Real es un obstáculo a sobrepasar en la ascensión espiritual.

El inconsciente colectivo

Cada sociedad ha girado en torno a muchos valores ideales que deben ser adoptados a nivel individual y cultural. Los psicólogos llaman a esos ideales el superego o el ego ideal teniendo cada uno un enfoque característico. El primero se relaciona con la ley, la justicia y la severidad que debemos manifestar; en tanto que el segundo, lo hace con la misericordia y el perdón. El ego ideal nos pulsa ideas y emociones asociadas a conceptos tales como la libertad o la ayuda al prójimo y nos invitan a ser buenos, de acuerdo con los criterios del mundo de los mayores. El superego está inmerso en el mantenimiento de las normas, las restricciones de los impulsos y de todo aquello que puede poner en peligro la estabilidad de la sociedad. Las nociones colectivas de estos dos prototipos fueron insertadas en nuestro comportamiento mientras llevábamos a cabo nuestro aprendizaje en una determinada sociedad. El aspecto ego ideal nos moverá a realizar grandes acciones y ambiciones, mientras que el superego nos invocan culpa y castigo. Si nuestra psique está equilibrada establecemos una sensación de certidumbre y confianza; si no, generaremos mucha inseguridad. 

A lo largo de nuestra vida los impulsos del id y el ideal del superego surgen en diferentes momentos y hacen entrever los comportamientos moralistas que aprendimos y nos convertimos en los castigadores de los que hacen lo contrario a los modelos que fueron grabados fuertemente en nuestra psique. Así como el ideal  del yo y el superego actúan como contrapesos del id, también son los causantes de la sombra que ayuda e incita al id. Los valores distorsionados, pueden ocasionar asesinatos, opacar la benevolencia y tornar al individuo muy cruel. Durante la inquisición la sombra reprimida y contenida, unida a la fuerza del colectivo, hizo que muchas personas se aliarán y se congraciarán con técnicas macabras de tortura y muerte. El exterminio de los enemigos de la patria ha sido una constante en muchos países y en nuestro propio territorio colombiano no lo pudimos evitar en la violencia de los años 50. Personas normales, bajo la egida de una arenga política, se convirtieron en los victimarios de más de 500 mil personas y ocasionaron el desplazamiento a las ciudades de más de 2 millones de campesinos. Y cuántas veces encarnados en diferentes lugares y épocas fuimos obligados a castigar a quienes se salían de las conductas de la tribu, la nación o la familia o a matar a aquellos que ponían en peligro la estabilidad de la sociedad en la que vivíamos?  Todo eso y más debe ser afrontado por nuestra consciencia personal, pues mientras no la hagamos, el universo se cuidará de que a sus aposentos luminosos y sublimes no lleguen los invasores y profanadores. Observación diaria y constante es necesario reforzar y mirarnos de frente ante los diferentes escenarios: cuando somos líderes y tenemos subalternos, cuando estamos en puestos de sumisión y descubrir cómo recibimos órdenes y guías; en el momento en que estamos frente a los de “conducta anormal” o provocadora y cómo los observamos o evitamos. 

Astrología y estructura psíquica 

Cada generación nace bajo condiciones planetarias y zodiacales diferentes, así que las estructuras psicológicas de los individuos que se encarnan en una época determinada, difieren de aquello que lo hacen en otro tiempo y lugar. Remitámonos a ciertas palabras del artículo: “Los tránsitos planetarios como impulsores de los cambios personales” publicado en el blog de mi autoría en mayo de 2013:
Urano estuvo en Leo desde 1.955 hasta 1.962 y precipitó una generación de hombres y mujeres que intentó romper con los conceptos tradicionales del amor y de la sexualidad. Pero Leo es dominante y egoísta así que desató infidelidades y excentricidades. Circunstancias deshonestas y separaciones en muchos hogares fueron algunas de las consecuencias negativas de esta influencia. En efecto, esta generación rompió con la sumisión y no guardo las apariencias de la generación que le precedió”.

Ahora en su paso por Aries, este planeta inspirará una generación diferente; individuos que traerán al mundo nuevas indicaciones, personajes que crearán otros cimientos pues latirá en su interior un fuerte impulso por derrumbar caducos y antiguos postulados. Impaciencia y rebeldía mostrarán ante las imposiciones y con la cuadratura que recibe Urano de Plutón en Capricornio tendrán una fuerte lucha interior entre conservar o progresar. Cuando acceden a puestos de poder podrán exhibir autoritarismo y violencia extrema y una vez que establezcan un modo de ser lo sostendrán a como dé lugar. La estructura psicológica de las generaciones, como se infiere de la explicación anterior, depende entonces de las configuraciones zodiacales en el momento en que muchas personas encarnen a la vida física. Entre tanto seamos marionetas del ego y desatendamos nuestro mundo psicológico, los planetas seguirán marcando nuestras pautas emocionales y nuestra manera de ver y afrontar el mundo.

Hay doce tipos humanos que dan un carácter distintivo a la experiencia psico-espiritual y nos permiten llevar a cabo tareas cósmicas y papeles psicológicos. Eso, porque vivimos en un espacio-tiempo limitado por la rueda zodiacal. El Ser Real se asocia con la posición de nuestro Sol; la Luna muestra cómo es nuestro ego, Mercurio informa sobre la condición mental, en tanto que Venus maneja lo instintivo y pasional. La subliminal circula entre Venus y Mercurio, el inconsciente de la presente vida entre Venus, Mercurio y Luna y lo no manifiesto del pasado en el Sol. Marte da un indicio de cómo aceptamos el superego y Júpiter el ideal del ego. Como los planetas reposan en los signos del zodiaco, al conocer la posición exacta de ellos en el momento del nacimiento podemos estudiar nuestra estructura psicológica básica. Los planetas y los signos tiene sus notas claves características, al ubicarlos correctamente tendremos un indicio de cómo  cada seremos internamente y que tanta facilidad o dificultad tendremos para salir del automatismo y ascender al Yo Real. Es importante aclarar que el análisis del Sol no muestra como es nuestra Ser Real en su totalidad, sino más bien una faceta que se debe evidenciar en esta vida. Lo mismo los demás planetas.  

Analicemos a una persona con Sol en Leo, Luna en Géminis, Venus en Escorpión, Mercurio en Acuario, Marte en Virgo y Júpiter en Aries. Este ser muestra una individualidad, entusiasta, segura, generosa, ardiente, positiva, dinámica y que desea el liderazgo. Los defectos de su Sol que vienen del pasado y que se esconden o agazapan bajo la sombra. Si recibe aspectos tensionantes podrá mostrar facetas autoritarias, autosuficientes, despreciativas, orgullosas, tiranas, crueles o despóticas; todo de acuerdo con los planetas que lo estimulan. Su ego (Luna en Géminis) girará en torno a los asuntos mentales, reprimirá su emotividad, será muy curioso, comunicativo, flexible, ingenioso, imaginativo y se hará entender con facilidad. Los aspectos negativos de Luna y Géminis se conjugan, si acaso la Luna recibiera aspectos tensionantes de otros planetas; así que pueden tornarlo inconstante en extremo, indeciso, perezoso, superficial, hipócrita, crítico, y tal vez atrapado por los sueños, los juegos y las competencias. De acuerdo a la casa donde se sitúe su Luna, allí se verán más fuertemente sus efectos o sus obsesiones. Lo que ira a la sombra podrá ser aquello menos excitante, muchas conductas emotivas y lo arcaico o conservador. Venus en Escorpión lo hará supremamente emotivo, instintivo, con acciones tendientes a proteger su integridad y capaz de agredir a quien se le interponga a sus propósitos. Caerá fácilmente en obsesiones y manías, y tendrá una tendencia altamente reactiva, hipocondríaca o excesivamente enfocada en su aseo personal. Será supremamente sensible y registrará tanto lo que sucede en su interior como lo que sucede a su alrededor. Guardará en su espacio subliminal los desprecios o los halagos de los demás. De otro lado, Mercurio en Acuario le dota de una mente ágil, ingeniosa, progresista, independiente y social. Tendrá una actitud supremamente crítica e intolerante hacia los demás y eso le puede impedir registrar conscientemente su inconformidad interna. Su mente se verá fuertemente afectada por las injusticias y la inequidad. Marte en Virgo le da un superego muy crítico y sufrirá de una gran culpabilidad cuando se desvíe de los principios impuestos por su sociedad. Arremeterá con sarcasmos cuando vea en otros individuos comportamientos que se salen de la norma establecida. Júpiter en Aries le impulsa a ejercer una actitud mesiánica y de gran ayuda hacia los demás.

En el caso de aspectos tensionantes entre Sol y Luna, habrá un desacuerdo interno entre lo que se es y lo que se muestra. Venus y Mercurio solo se afectan negativamente en caso de conjunciones. Si la conjunción es de Venus a Mercurio; es decir Venus está antes de Mercurio, lo obsesivo o instintivo superará a lo racional y mental. En caso contrario: Mercurio a Venus, lo mental sepultará lo emotivo y habrá un gran peligro de enviar muchas percepciones e impresiones a la zona subliminal o al inconsciente. Mercurio haciendo aspecto negativo a la Luna, da una alta probabilidad de hacer control emotivo y desatender la sensibilidad, la protección y el afecto. Histerias, caprichos y sensiblerías caracterizarán a aquellos en los que la Luna hace aspecto negativo a Mercurio. Las relaciones entre Venus y Luna son importantes de estudiar: Venus catapultando a la Luna, dota al ego de una gran reactividad, egoísmo, descontrol emotivo, inarmonía interna y, Luna ejerciendo poder sobre Venus: sensiblería extrema, humor cambiante, pereza, timidez, inseguridad, imaginación desbordada, entre otras. Marte y Júpiter en aspecto tensionante, da una dificultad para saber cuándo corregir o en qué momento ser misericordioso y afectuoso y puede opacar una de ellas y solo exhibir la contraria. Podrá caer en restricciones y condenaciones extremas o en consideraciones peligrosos hacía otros. Cada quien puede hacer el análisis detallado de su estructura psíquica y descubrir las potencialidades o las dificultades. Acudamos pues a la astrología y descorramos el velo de lo que somos, de lo que mostramos, de lo que reprimimos.  

Un examen personal

No fuimos adecuados para analizarnos y descubrirnos en nuestras intenciones, motivaciones o represiones. El entorno nos hizo escrutadores de los demás, críticos y sarcásticos hacía los comportamientos ajenos y las condiciones internas de otros, pero nunca nos invitó a examinarnos internamente. En cuanto a lo personal, giramos mucho torno a lo instintivo, buscamos llamar siempre la atención: “Me gusta eso.., me desagrada aquello..”, expresiones repetidas constantemente en nuestra interacción con el entorno. El disfrute del momento se opaca al querer revivir un pasado que ya se fue o por una expectativa planeada con antelación. Le damos una suprema importancia a lo que comemos, usamos y a los demás les exigimos que nos den gusto en todo eso que nos deleita o nos parece importante. Tal vez si tuvimos una infancia con restricciones y no fuimos amados y respetados, caemos en una rutina en la que queremos se nos traten con deferencia y delicadez: “sólo uso…, “únicamente como…; “no puedo dormir con… “se me dificulta relacionarme con…” Y todo termina en frustraciones, enojos, inconformismos o alejamos a los demás, porque algunos resultados son contrarios a lo que pensamos, somos o actuamos. Algunas de nuestras posturas “puritanas” responden sólo a  exigencias de pertenencia a… y las cumplimos fielmente con miras a mostrar que tan fieles o buenos somos y así evitar ser rechazados; otras tantas, nos movilizan a buscar reconocimiento, creyéndonos especiales y debido tal vez a fuertes vacíos afectivos, generados por entornos que impidieron nuestra expresión infantil. Vemos por doquier personas que arguyen ser pacificas con unos seres, pero que soportan relaciones clandestinas, parejas agresivas o posturas autoritarias con otros. Esas contradicciones deben terminar bajo la comprensión real de lo que esconden. 

Debemos aprender a callar y a observar; solo así descubriremos todas nuestras neurosis, falsos orgullos, obsesiones, manías, represiones y los mecanismos de protección de nuestro ego. Preguntemos siempre el porqué de nuestros gustos, deseos, palabras, acciones, ideales y costumbres.  Detrás de una postura extrema existe una  fuerte represión. Si somos fanáticos del deporte, si nos fascinamos con películas bélicas o de crímenes o salimos aireados a protestar violentamente contra las reglas institucionales, tal vez tenemos fuertes impulsos destructivos no descargados correctamente; o sea un mortido desconocido y pulsante de todo esto. Una inquietud que constantemente nos aguijonea y nos conduce a un hábito negativo, puede deberse al hecho de soportar una relación clandestina o a sobrellevar una acción corrupta que nos produce culpa y remordimiento. Algunas tensiones o perturbaciones se enmascaran con nuestros gustos o peculiaridades personales o por el desarrollo de algunas enfermedades leves. Composturas vigorosas y precursoras pueden tener un trasfondo primitivo de obstinación o competitividad. Manías y obsesiones por la limpieza, enmascaran suciedades internas que no queremos ver y afrontar. Si amamos excesivamente los juegos o somos persistentes y casi obsesivos con algunas prácticas de perfeccionamiento personal, tenemos fuertes represiones sexuales, nos falta actividad o trabajo o no se nos da la posibilidad de sostener una familia. Intolerancia por los conquistadores o extrovertidos sexuales, esconde en nosotros tendencias sexuales reprimidas o si fingimos amar a alguien que odiamos, sólo buscamos el reconocimiento social. Camuflarnos con las idiosincrasias de los grupos o imitar a nuestros superiores quizás emerja como una necesidad de agradar a otros y evitar los conflictos. Chistes expresados a toda hora, indican que no somos capaces de afrontar situaciones embarazosas o no queremos ver a un depresivo y a un núcleo interno lleno de dolor. Si a los 50 años aún nos creemos las más apetecibles o los amantes eternos y andamos a la cacería de cuanta oportunidad de relación de intimidad se presente, tenemos una psique inmadura que se quedó atrapada en la etapa de la adolescencia.  Y así muchos otros comportamientos deben ser avaluados y examinados a la luz de la astrología, la psicología o la experiencia personal. 

El ego es el fundamento sobre el cual el Ser Real debe sentar sus estrategias vitales; debemos fortalecerlo, no destruirlo sino trascenderlo para expandirlo y liberarlo de los yugos condicionantes.  Nuestro ego debe ser una extensión de nuestro Ser Infinito que no es otra cosa que permitir a la Divinidad actuar en lo material. La vida no debemos complicarlas con exigencias ni peculiaridades ya que la mortificación, la renuncia a ciertas cosas, desvirtúan el camino verdadero. Bien lo dijo Lao-Tze: “El camino recto es un camino llano pero los ignorantes prefieren los caminos escarpados”.

Debemos mirar de frente cada una de nuestras máscaras o mentiras, para verlas en sus proporciones verdaderas y ponerles fin. Si hacemos consciente lo inconsciente descubriremos lo que realmente somos y nuestro comportamiento diferirá mucho de la imagen de un ego formado a expensaras de la sociedad o la familia. Valentía debemos desarrollar para enfrentar el lado oscuro de la personalidad y aceptar las responsabilidades de las propias acciones. Si nos hacemos conscientes de las represiones, las neurosis, las tensiones o de nuestros mecanismos de  defensa, nos espera todo un mundo que guarda la memoria real de pasado, del presente y del futuro, pues eso se encuentra en el Yo Real. Encontraremos nuestro sino individual, viviremos a expensas de nuestros atributos, libres y seguros y, absorberemos la parte positiva de los arquetipos divinos. Dejaremos de centrarnos solo en la familia y la profesión y nuestro campo de actividad se expandirá. No ambicionar más el éxtasis irrealizable de la pareja ideal, de los hijos perfectos, de la familia totalmente unida. Al llegar a determinada edad no pensaremos sólo en la muerte, en la debilidad que el paso de los años deja, ni en el miedo a la vejez. Evitaremos convertirnos únicamente en los guardianes de nuestros bienes y tampoco caeremos nuevamente en los infantilismos ya experimentados. Buscaremos vivir con dignidad e integridad, no con desespero y desilusión constantes, porque eso es lo que deviene en aquel que solo gira en torno al ego. El ego debe identificarse y percibirse como una entidad dentro de la psique, necesaria para efectos de individuación y no como nuestra propia identidad.

El sendero que conduce del ego al Yo Real se conoce como el camino de la honestidad, pues implica abandonar la ilusión y alcanzar una imagen lo más cercana a lo Divino; en eso debe estar centrada nuestra atención y auto observación pues necesitamos hacer descubrimientos y luego correcciones o rectificaciones. En tanto sigamos con el automatismo del ego, incapacitados seguiremos para ejercer nuestro discernimiento y misericordia. Alejémonos de sus conflictos y no le sigamos dando la importancia total y absoluta. Si nos ponemos en la tarea de conocernos a nosotros mismos, permitiremos que nuestra Esencia resplandezca con la luz de los significados y las luces del Creador. Con una estructura psicológica limpia y enfocada en lo real, nuestra Alma, poderosa fuerza que nos otorga la facultad peculiar del libre albedrio, se hará presente y tomará el control de nuestra vida, ya que ella es el vehículo de la consciencia que se ancla en el Yo Real. Su manifestación nos permitirá integrar los complejos y las inarmonías. Ante decisiones importantes nuestro discernimiento, proveniente de Marte, verá los límites y, Júpiter, apreciará correctamente los beneficios. Entonces el Sol, considerará le equilibrio y nos definirá el camino correcto a seguir. Cuando optemos por una decisión motivada por el ego, el Alma podrá informarnos a través de un sueño o algún presagio si hicimos buenas elecciones. El Alma actuando en nuestra vida nos permitirá hacer síntesis, relacionar los elementos en un orden superior de consciencia, ver en un instante la esencia del problema y su solución, ser flexibles, valorar correctamente las opciones, sostener relaciones basadas en el amor, la comprensión y no solo en la atracción física, la dependencia o el miedo a la soledad. El estado del Alma se conoce por la posición de Marte y Júpiter y su relación con el Sol. Un Marte en Aries provee fortaleza anímica, inspiración y a la vez impetuosidad. Si Júpiter reposa en un signo tranquilo le proveerá de firmeza y reflexión. Un Júpiter poco controlado y maduro, por ejemplo en Géminis, podría equilibrarse muy bien con un Marte persistente y seguro, tal como lo hace en Escorpión, Capricornio o Leo. Como buscamos el equilibrio valdría hacer esos analices respectivos, ya que Marte, Júpiter y el Sol, pueden mostrar dones o fuertes conflictos que se deben afrontar. Una conjunción de Marte y Júpiter en una determinada casa, rompe con la armonía entre discernimiento o juicio con expansión o demasiado entusiasmo. Si ocurre en la casa siete, de la pareja, entonces habrá grandes dificultades para sostener una relación afectiva y caer en demasiada severo o excesiva laxitud con el otro. El Alma es el principal agente de la observación del Yo y es denigrada constantemente por los elementos inferiores de la psique: el ego, lo instintivo, el inconsciente, lo colectivo. Está como la Cenicienta, desposeída de su auténtico lugar por la madrasta o lado sombrío del ego y obligada a vivir y a trabajar en el sótano que el representa. 

Por encima del Alma está el Espíritu que se manifiesta en lo transpersonal y que se enfoca en el aspecto cósmico de la psique. Este emporio sutil solo se manifiesta en los iniciados y se va abriendo paso entre los discípulos aceptados, permitiéndoles acceder al Mundo Astral superior que conecta con el Mundo Mental, espacio cósmico donde se encuentran los arquetipos divinos para  pronosticar acontecimientos colectivos futuros. Eso es consecuencia del despertar de los atributos de comprensión, belleza y sabiduría, que también permite al ser conocer claramente el punto en donde ha llegado en su desarrollo espiritual, y saber exactamente dónde actuar más efectivamente para ser una unidad más útil en el despliegue de la evolución. Si alcanzamos estos niveles seremos los amos de nuestros cuerpos y de nuestra estructura psicológica y estaremos conscientes de nuestra Alma. Nos acercaremos a nuestra total maduración psicológica, la cual se  manifiesta al contactar con la Imagen Divina, con el Prototipo Ideal para el que fuimos creados y que nos abrirá a la posibilidad de expresar la presencia de Dios en este nivel material.

Adelante buscadores sinceros, conquistad el ego, descubrid lo que no eres y abrid la posibilidad de conocer lo que en verdad palpita en tu interior. Revisad nuevamente artículos sobre “La felicidad que eludimos” y “contradicciones internas y trabajo espiritual” que aparecen en este blog, porque en ellos aparecen otros tics para descubrir algunas estrategias del ego.